martes, 9 de agosto de 2016

Funcionamiento y posibles formas de resistencia a los discursos de saber poder en torno a la salud mental.

Comúnmente nos encontramos en los medios de comunicación masiva a múltiples “expertos” del comportamiento humano, que enuncian discursos muy específicos sobre lo que son los modos de vida saludables y patológicos en la experiencia humana.
En su discurso nos encontramos con términos como relaciones sanas, salud mental, vida sexual plena; desarrollan manuales de cómo relacionarse con otros saludablemente, cómo comer saludablemente, cómo tener una vida sexual saludable.
Estos discursos establecen criterios muy específicos con respecto a los límites entre la salud y la enfermedad, hasta donde lo celos són sanos y cuando ya es una enfermedad, cuando se tienen relaciones sexuales sanas y en qué punto ya es un problema sexual.
Es en este aspecto donde iniciare la problematización. La abordare desde un eje que podría llamar de legitimidad. ¿Qué legitima a estos discursos a enunciarse como portadores de una verdad sobre el sujeto?
Para responder a esto habría que poner sobre la mesa algunos antecedentes históricos y situarnos a finales del siglo XIX en Europa. Con la producción del liberalismo y la transformación de la filosofía occidental, en Europa se generó un auge de disciplinas que buscaban describir la verdad del sujeto desde diversos enfoques, desde su cuerpo, (la medicina y sus variantes), desde su comportamiento (la psiquiatría, la psicología, la criminología), etc.
A diferencia de otros momentos en la historia del pensamiento filosófico o epistemológico, aquí la producción de discursos de saber tenía una lógica muy distinta. Estos discursos querían saber más del sujeto para poder ejercer poder sobre ellos de formas más eficientes y sistemáticas.
Con la muerte de dios enunciada por Nietzsche, el lugar de la verdad absoluta y de lo sagrado quedo vacío. El discurso positivista con el paso del tiempo logro tomar su lugar, adjudicándose el lugar de productor de discursos de verdad. Se generó una dogmatización de los discursos científicos transformándose en un nuevo culto a la ciencia.
Este nuevo culto se propago rápidamente por toda Europa y a nivel mundial. La denominada ciencia comenzó a apoderarse de todos los dominios de la experiencia humana, con la finalidad de controlar el hacer, el pensar, el sentir y el desear de los sujetos.
Michel Foucault explica en muchos momentos de su obra, como existe una estrecha relación del saber con el poder. El saber construye relaciones asimétricas para con los que no saben, produciendo que por medio de un conjunto de estrategias y técnicas se logre que el otro actué de una determinada forma esperada.
Otro de los espacios en donde se desarrollaron estos discursos de verdad fue en la denominada “Salud Mental”, teniendo a la psiquiatría y la psicología como principales exponentes, construyendo una verdad sobre la locura y la salud.
Estas disciplinas produjeron objetos de estudio, trastornos de la personalidad, trastornos del desarrollo, trastornos sexuales; la locura pasó de ser una experiencia humana a ser una enfermedad mental.
El sujeto enfermo mental se coloca como alguien que hay que rehabilitar, curar y en caso de que su curación falle, hay que encerrarlo. La sociedad no tiene un lugar para él. Hay que recluirlo creando los manicomios y los grandes hospitales psiquiátricos, como el espacio idóneo para ello.
Estos discursos pasan a sustituir a los juicios morales. Ante la imposibilidad de enunciar los comportamientos en base al bien o al mal, se realiza un desplazamiento dialéctico, las nuevas estrategias de enjuiciamiento se establecerán con base en lo sano y lo patológico. Ya no se hablara más de sujetos buenos o malos, se hablara de sujetos enfermos o sujetos sanos, la maldad y la bondad serán vistas como huellas arcaicas de un pasado mágico absurdo.
El psiquiatra se coloca como el heredero del poder pastoral, el sustituto moderno del confesor que fuerza al sujeto a desvelar la verdad sobre sí, sobre sus deseos, sobre su cuerpo, sobre sus pensamientos, para aplicarle las correcciones necesarias con la finalidad de volverlo un sujeto funcional socialmente, adaptado a su entorno y las regulaciones que este le impone.
Tomando en cuenta esto, se puede responder a la pregunta de la legitimidad de los saberes proponiendo la hipótesis de que lo que proporciona la legitimidad a un discurso no es su construcción epistemológica ni la solidez de su argumentación, sino algunos puntos principales que describiré a continuación:
1.- El lugar de enunciación del discurso.
Todo discurso se produce desde un lugar y se enuncia desde la representación de ese lugar. Tomemos como ejemplo a un psiquiatra que aparece en un programa de televisión diciendo que todos aquellos que duermen más de 8 horas diarias tienen depresión, ¿desde dónde argumenta eso?
Para que este argumento se establezca como discurso de verdad el psiquiatra apela, no a su lugar de sujeto, enuncia su discurso desde el positivismo, argumenta lanzando datos de estudios realizados en alguna universidad, análisis estadísticos en un grupo poblacional, apela a teorías genéticas, todo con la finalidad de desmarcar su subjetividad de su argumento.
La legitimidad se encuentra basada en la lógica positivista que considera lo verdadero como aquello que es susceptible de observarse, medirse, describirse, analizarse. Las matemáticas y la medicina han sido los ejemplos más claros del positivismo llevado a su máxima potencia.
Complementario a esto, se juega desde lugar de sujeto portador de saber, al presentar al psiquiatra en el programa de televisión, nos describen claramente que ha estudiado una carrera universitaria, una maestría, un doctorado, apela a legitimidad institucional, al tener reconocimientos oficiales; su saber queda avalado, reconocido, se coloca como un “especialista en el área”, alguien que sabe de lo que habla. Esto produce la asimetría descrita con anterioridad, es alguien que sabe enunciando un discurso ante quienes no saben, produciendo así la situación idónea para el ejercicio de poder.
2.- La forma de enunciación del discurso.
El segundo aspecto a tomar en cuenta es la forma en la cual está construido el discurso de saber enunciado. Todo discurso de saber tiene que estar en relación a las terminologías históricas de un momento en particular.
Esto se puede ejemplificar de una forma muy clara, antes del siglo XIX el discurso médico incluía en sus términos sobre las enfermedades, los humores, la dietética, los caracteres sanguíneos, los líquidos dañinos, los vapores malsanos.
A partir del siglo XIX estas nomenclaturas desaparecieron dando lugar a los virus, las bacterias, infecciones, tumores. Cualquier médico respetable comenzó abandonar esta forma alquímica de ejercer y comprender la medicina para darle paso a este nuevo discurso de verdad.
Estas nuevas formas de explicar lo patológico suponían una trasformación en el comportamiento del sujeto. Se empezó a poner más atención a la higiene, esto obligaba al sujeto a hacer hincapié en las formas de preparar sus alimentos, de conservarlos, la forma de consumirlos, transformó su relación con su cuerpo, con la limpieza, con su aseo.
Sé puede decir entonces que los regímenes de veridicción són históricos, están construidos en base a la intensidad de las fuerzas discursivas que disputan constantemente el lugar de verdad, las fuerzas dominantes institucionalizan los discursos, adjudicándose la verdad y produciendo nuevos sujetos de estudio.
3.- La utilidad del discurso de saber.
Todo discurso que se institucionaliza como portador de una verdad, obedece a una serie de intereses colocados en ellos Tomemos como ejemplo el discurso psiquiátrico. Su forma de operar es simple, por una lado describe de forma amplia y basta, el catálogo de comportamientos patológicos que varían en su intensidad.
Por otro lado describe las formas de rehabilitación recomendadas para cada trastorno en particular, la vía privilegiada de atención se basa en la medicalización del sujeto, se podría argumentar que no hay ningún problema en esto, que los médicos solo tratan de brindarles salud a los sujetos, que el interés fundamental está en el bienestar del sujeto, ¿Pero esto es realmente así?
Para responder a eso se puede pensar en algunos puntos que harían dudar de estas intenciones ‘bondadosas’ por parte de los psiquiatras. Empecemos por el más visible, la relación de los discursos psiquiátricos con las empresas farmacéuticas productoras de medicamentos.
La industria médica obtiene ganancias multimillonarias cada año por la venta de medicamentos psiquiátricos. Cada día crece el número de consumidores de medicamentos en el mundo, un crecimiento que está en una estrecha relación con la patologización de la vida cotidiana del sujeto.
Con cada actualización del DSM se incrementan los trastornos que están ligados a la cotidianidad del sujeto, se patologiza su forma de amar, de beber, de comer, de tener relaciones sexuales, de pensar; de tal forma que el número de sujetos normales y sanos es cada vez menor, la venta de medicamentos aumenta pero la recuperación de los sujetos no. Se les condena en muchos casos a consumir medicamentos de por vida.
Michel Foucault denomina a esto el biopoder. La psiquiatría juega un papel clave en la implementación de las estrategias del biopoder. Controlando los comportamientos del sujeto se puede controlar su vida y su eficacia se logra a partir de su invisibilidad. Ya estamos lejos de ese poder del soberano que mediante decretos controlaba la vida de sus súbditos. El biopoder actúa desde las sombras haciendo pensar al sujeto que está actuando libremente, que es su deseo de estar saludable lo que lo conduce a la antesala del psiquiatría, cuando en realidad son la exposición constante que sufre a estos discursos, así como su miedo a la exclusión social, los motivos que originan su búsqueda de atención.
La medicalización tiene por un lado un interés económico pero por otro lado tiene un interés regulatorio. Se busca darle un lugar a cada sujeto, establecer estadísticas definidas sobre los comportamientos de una población dada para poder ejercer estrategias de poder sobre ellos, lo cual ,en términos simples se definiría como conocerlos mejor para poder controlarlos mejor.
¿Cómo escapar a estas formas de control? ¿Cómo evitar quedar atrapado en estos saberes? La respuesta no es fácil, pero se podrían establecer algunos puntos que pudieran servir como pautas iniciales para desmarcarse de estas formas de saber-poder:
1.- La problematización de lo que parece evidente.
Lo propio de estos discursos de saber y su efectividad se sostienen a partir de su enunciación. Se enuncian como verdades evidentes y fuera de discusión. Es en este lugar donde el pensamiento crítico puede posibilitar una alternativa. Es importante cuestionar y problematizar estas verdades evidentes, analizar de donde proceden estos discursos, que condiciones históricas, económicas y políticas están detrás de ellos. Analizar cuál ha sido el proceso de veridicción que los ha llevado a ser institucionalizados. Al hacer esto, el saber queda desnudado, se logran evidenciar las estrategias de poder, pudiendo así denunciarlas y ejercer formas de resistencia a ellas.
2.- La disolución de los lugares de saber.
Como explique con anterioridad estos discursos se legitiman a partir de su lugar de enunciación. Esto va desde los métodos epistemológicos, así como desde el asumirse como un sujeto que sabe. Una alternativa es ir disolviendo estos lugares de saber, el psiquiatra o psicólogo que acude a un programa de televisión no sabe más de lo que el propio sujeto conoce de sí mismo.
La apuesta se jugaría desde dos vías: por un lado implica una inversión dialéctica, descolocar del lugar del saber a estos “especialistas” para darle el lugar del saber al sujeto. Sólo el sujeto sabe de su deseo, de sus pasiones, por tanto sólo él puede tener la posibilidad de elegir; la posibilitación de la elección en el sujeto, permite negativizar los efectos de estos discursos de saber.
Por otro lado al fortalecer la libre elección de los sujetos, se evidencia las formas homogenizantes que estos discursos producen, las técnicas por las cuales producen sujetos en masa, alienados subjetivamente. La apuesta buscaría producir nuevas formas de subjetivación no basadas en un saber externo sino retomando esta “inquietud de si”.
3.- El fortalecimiento del conocimiento de sí en el sujeto.
La fuerza de estos discursos procede de la inutilización de las habilidades de los sujetos para pensarse a sí mismos. Estos saberes los definen, los alienan. Al estar enajenados de sí mismos se identifican en estas propuestas discursivas, se reconocen como enfermos, como trabajadores, y viven su vida en relación a su trastorno o a su lugar social.
La propuesta está en producir nuevos espacios en donde se puedan problematizar y discutir estas verdades evidentes, pero a la par, producir espacios en donde el sujeto pueda pensarse y reflexionar sobre sí mismo, espacios en donde la relación del sujeto consigo mismo no se establezca por mediación de un discurso externo, si no de su propio discurso. En devolver al sujeto su relación para con la verdad sobre sí, una verdad producto de un proceso de reflexión y análisis y no de un proceso de alienación.
Hasta aquí quedaría está reflexión, dejando abierta la problematización del tema y la discusión de algunas otras estrategias de resistencia y de oposición a estos discursos de poder. Un tema que es difícil agotar en unas cuantas líneas pero que sin duda es importante reflexionar.
Eduardo Contreras Merino.