jueves, 24 de octubre de 2019

Las redes sociales y su función como espectáculo de vigilancia y castigo.


En vigilar y castigar Michel Foucault abordaba una eterna preocupación de las sociedades occidentales, la relación entre la vigilancia y el castigo, a lo largo del libro nos va insertando en la evolución del castigo del soberano, tomando este poder del suplicio de la carne, los patíbulos se construyen como el espectáculo que muestra simbólicamente la autoridad del rey, su fuerza, en esta forma de ejercicio de poder el énfasis se coloca en la demostración pública de las consecuencias de desafiar la autoridad del rey, apelando al terror como forma de control social, en el temor al suplicio de la carne.

El suplicio mostrado como espectáculo en los patíbulos tiene como intencionalidad el construir una forma de poder especular, los condenados son un ejemplo de los alcances del poder, cada grito, cada suplica, cada desgarro de la carne, cada hueso roto, cada miembro cercenado potencian la autoridad del rey, construyen un poder implacable, absoluto y omnipotente.

A partir del siglo 18 y con las ideas de la ilustración cada vez más difundidas, los suplicios comienzan a perder su percepción como signo de justica para ser representados como signo de abuso de poder, de barbarie, comienza entonces una inversión dialéctica en la relación vigilancia-castigo, de ser la prioridad el castigo a poner en énfasis en la vigilancia, en el desarrollo de diversas estrategias y discursos de saber-poder con respecto a la prevención del delito, en las formas de detección temprana de los comportamientos disruptivos, comienza lo que se conoce como la sociedad disciplinaria, cuya finalidad y objetivo primordial será la producción de una sociedad de cuerpos dóciles y obedientes.

El ejercicio de poder se transforma en sus objetivos y su funcionamiento, pasa de producir poder a partir del terror y el suplicio de cuerpo, de utilizar el dolor como forma de control a pasar a un ejercicio de poder más sutil, que ya no tiene en sus miras y objetivos el dolor corporal sino apela a quebrar el espíritu, a extinguir la dimensión metafísica de los sujetos, a construir un poder que regule y controle la desobediencia, que aniquile el espíritu de rebeldía incluso antes que sea producido en los sujetos utilizando diversas disciplinas como la pedagogía, la medicina, la ortopedia, la psicología, el derecho, la arquitectura. Estas disciplinas tienen a su vez el doble objetivo de potenciar la fuerza productiva de los sujetos, construyendo al cuerpo como una máquina de producción pero a la vez, despojándolo de fuerza a nivel político, espiritual y social.

En estas nuevas tecnologías de poder el castigo deja de constituirse como un espectáculo, el castigo pasa a ser algo vergonzoso, simboliza el fracaso de las estrategias disciplinarias, debido a eso se construyen instituciones de exclusión, de encierro, como la prisión, los hospitales psiquiátricos,  espacios en donde el castigo pasara a nombrarse rehabilitación y esta será en privado, lejos de la mirada de la sociedad y cuyos aspectos discursivos de estas rehabilitaciones serán los únicos que se difundirán socialmente, creándose las estructuras dialécticas de normal- anormal, salud – enfermedad, legal – ilegal,  como valores ideológicos a reproducirse en las sociedades.

Estos espacios de exclusión cumplirán una doble funcionalidad, por un lado se constituirán como espacios de experimentación de las tecnologías disciplinarias, y en segundo lugar como reforzamiento de las estructuras ideológicas dominantes.

Durante varios siglos la sociedad disciplinaria se consolido como el modelo de producción de formas de subjetivación y de ejercicio de poder predilecto por la mayoría de las naciones, hasta que a mediados del siglo 20 y con las transformaciones los procesos de producción capitalista se desarrolla una nueva forma de ejercicio de poder, la sociedad del espectáculo, una variante que tiene como objetivo el producir una forma diferente de posicionarse de los sujetos ante la obediencia, se deja de lado el estado y la obediencia ligada más a lo jurídico – político para pasar a colocar al capital como la nueva instancia simbólica e ideológica a la cual obedecer y cuyas prácticas de subjetivación se traducirán en el consumo como forma correcta de vivir.

Se crea así el ente del consumo que se somete a la ideología capitalista, un sujeto que toma la apariencia como forma de vida, en esta sociedad del espectáculo se articulan dos funciones subjetivas en apariencia contradictorias pero que en su praxis reflejan ser totalmente funcionales, por un lado la sumisión a la cultura consumista, por otro lado la potencializacion de la idea de libertad, una libertad que tiene su mayor expresión en el consumo, el sujeto es libre en tanto elige que consume y esto se traduce en un modelo de vida, una forma de existencia banal y superficial que hay que mostrar permanentemente, ligado a el constante avance tecnológico, se masifican estos modelos de identificación, se construyen estereotipos que tienen como finalidad el centrar la existencia en los aspectos banales, superficiales, el yo se diluye para estructurarse como un mero elemento especular, una farsa, dejan de ser importantes los afectos, las emociones, las sensaciones, los pensamientos para ser sustituidos por las cosas que se tienen, los viajes que se realizan.

En este esquema social la relación vigilancia – castigo adquiere otros alcances y otros objetivos, los espacios de exclusión siguen operando pero ya no tienen la aceptación social de otros periodos, se empiezan a ver como espacios de abuso de poder igual que ocurrió con los patíbulos, la sociedad el espectáculo permite una forma de control diferente, logra construir una sociedad autodisciplinada que con el hecho de que los sujetos se adhieren a sistemas ideológicos dominantes ya no es necesaria la amenaza de la exclusión física, del encierro, siguen existiendo estos espacios porque ya persiguen otros intereses distintos al 
del castigo.

Al pasar a ser una sociedad autoregulada la vigilancia empieza a producirse entre los propios sujetos,  estos se vuelven los garantes de reproducir los sistemas ideológicos y observar en las conductas y pensamientos de los demás que sean llevadas a cabo de forma adecuada, esta vigilancia estará enfocada en dos aspectos ideológicos dominantes, por un lado el consumo como forma de existencia y su completo la ostentación del consumo, el mostrarlo permanentemente, se generaran así dinámicas sociales en donde todos observan detenidamente el consumo de los demás, que tienen, de que carecen, a que lugares van, espejeándose unos con otros, entrando en competencia directa, de tal forma que pocos puedan abstenerse de entrar en estas formas de existencia.

El castigo aquí toma forma principalmente en la exclusión, se excluye de las dinámicas sociales a aquellos que no encajan con la ideología dominante, se les excluye de espacios de recreación, culturales, educativos, son relegados a ser ciudadanos de segunda, que no aspiran a tener una buena calidad de vida como aquellos que si consumen masivamente, el castigo aquí es un castigo en relación a la calidad de vida y al aislamiento de ciertos procesos sociales y tiene una naturaleza de índole económica principalmente.

La sociedad del espectáculo poco a poco va llevando a construir una vida liquida, banal, superficial y a produciendo relaciones virtualizadas y con el surgimiento de las redes sociales esta virtualización adquiere su mayor expresión, creando una sociedad de personas atrapadas frente a una pantalla, una red que engloba un gran cumulo de sujetos que viven, publican, se manifiestan en la red como si de la realidad se tratara, que se representan como sus avatares, como sus fotos de perfil y en donde los espacios exteriores son cada vez menos relevantes para pasar a comprender la realidad a partir del filtro de la pantalla de la computadora o el teléfono inteligente.

En esta nueva realidad se necesitan también ciertas formas de estructura de ejercicio de poder, formas de adaptación de las tecnologías de vigilancia y de castigo que he enunciado con anterioridad, las redes sociales retoman 3 estrategias fundamentales que describiré a continuación.

Volver el castigo y vigilancia un espectáculo. Es cada vez más común encontrarnos con que cada semana se inicia uno o varios linchamientos masivos de alguna persona en las redes sociales, encontramos una dinámica en donde alguna persona protegida generalmente por el anonimato que la virtualidad permite, denuncia a alguien públicamente de estar cometiendo algo indebido, de haber realizado algún comportamiento considerado como anormal, insano, incorrecto, de expresarse de forma políticamente incorrecta en función de los sistemas ideológicos dominantes, reproduciendo de forma muy parecida el procedimiento que se realizaba en los tiempos de las quemas de brujas, se espera una reacción de los miembros de esta sociedad virtual que es la red social, que se unan a la condena, que expresen su rechazo y desprecio por la persona transgresora, aparecen una lluvia masiva de insultos, de agresiones, amenazas, se pide que esa persona sea castigada, excluida de las redes, bloqueada, que pierda su empleo o sea expulsada de su centro educativo, que sea señalada por su familia, que obtenga el desprecio de sus conocidos.

Tal cual la gente acudía a los patíbulos las personas se conectan a su red social favorita en búsqueda de sangre, de tener un objetivo en cual saciar su necesidad de ejercer violencia, se instaura un proceso de vigilancia permanente de las publicaciones de las personas, de sus fotos, de sus chistes, sus vídeos, con la finalidad de encontrar esos sujetos que se escapan de la norma, de lo correcto, la tecnología de los teléfonos inteligentes permite que todos estén en búsqueda de tomar esa foto comprometedora del otro, ese vídeo que capte la conducta incorrecta, el comentario políticamente incorrecto. Esto cumple dos objetivos principales en la población, por un lado salir del anonimato existencial al cual están condenados una gran parte de la población ya que al ser alienados y estar homogenizados todos son iguales a otros por lo cual este tipo de denuncias se vuelven una forma de destacar ante los demás, de quedar como el héroe que lucha por lo correcto, que vela por la adecuada convivencia humana, se construyen los “Social Justice Warriors” gente que persigue sin cesar toda la incorrección política y que en muchos de los casos acaba capitalizando eso en una serie de ganancias económicas altamente redituables.

El segundo aspecto es el de formar parte de la dinámica del espectáculo, ser famoso por un día, por unas horas ser entrevistado en tv, ser conocido socialmente, esta necesidad de reconocimiento lleva a una gran cantidad de personas a grabarse, fotografiarse, expresar constantemente sus opiniones alienadas, buscando alcanzar ese premio que consiste en la viralizacion de tu vídeo, de tu foto, de tu publicación, es formar parte de esta dinámica en donde a veces denuncias a veces expresas tu malestar y que inconscientemente tiene la intención de romper con la sensación de pasividad, de inacción, este tipo de acciones, de denuncias construyen la ilusión de que se está haciendo algo importante, que se está cambiando al mundo y que en el fondo solo es una búsqueda de sentido existencial, una forma de romper con el sinsentido de la existencia humana, un intento de trascendencia bastante primitivo y carente de una estructura reflexiva.

En este espectáculo del castigo importa poco la verdad, da igual si la persona realizo de verdad aquello que se le acusa y se le denuncia públicamente, da igual el contexto en el cual se llevó a cabo la acción grabada en el vídeo, da igual el sentido que tenía el comentario enunciado que es políticamente incorrecto, lo importante es la notoriedad que le dará a aquel quien denuncia, la posibilidad que dará a múltiples personas de sacar sus frustraciones agrediendo al denunciado.

Otro efecto importante en este espectáculo es que al ser realizado por medio de la virtualidad y del anonimato permite el eludir la responsabilidad, esto por dos vías, la responsabilidad de aquel quien denuncia de los efectos que su acción produce en aquel que se denunció, si pierde su trabajo, si es agredido por la comunidad, si es golpeado, todos se esconden en el anonimato para dar rienda suelta a sus ansias de poder y castigo, por otro lado en las personas que comparten las denuncias y que permiten su viralizacion, eluden la responsabilidad de comprobar que aquello que comparten es verídico, al buscar simplemente formar parte del espectáculo de linchamiento de turno se comparte información de forma irreflexiva, y se niega cualquier tipo de responsabilidad en los efectos que tuvo en alguna persona el compartir esa información, se construye así la hiper-realidad, una realidad dictada por lo que la mayoría cree, por la información que se comparte, por la cantidad likes que tiene una publicación, la cantidad de gente que la compartió, por si es hash-tag, esto se utiliza por distintos tipos de estrategias y de instituciones de ejercicio de poder para poder dictar la verdad, para controlar la opinión pública, construir formas de subjetivación en la población sin necesidad de recurrir a ese poder violento del soberano, a ese poder disciplinario y correctivo, sino a un poder más retorico, mas basado en el convencimiento, y el control ideológico.
Para concluir la reflexión seria importante cuestionarnos como sociedad y como individuos, 

¿Por qué tenemos tanta necesidad de castigo, porque tenemos tanto goce con el presenciar el castigo del otro, su sufrimiento, su dolor? Y en segundo lugar insertar una dimensión ética en nuestras acciones, empezar a cuestionarse cada que vemos una publicación de denuncia si es verdad, si se tiene constancia que aquello es verídico, corroborar la información, dejar de ver esta dinámica social como un espectáculo divertido para empezar a verlo como lo que en realidad es, un espectáculo de decadencia en donde la alienación y la ignorancia triunfan y en donde al final del día todos los participantes acaban más sujetos al poder de lo que dan cuenta.

Eduardo Contreras Merino.