martes, 30 de mayo de 2017

¿Qué es la felicidad?

Constantemente encontramos diversos discursos en relación a la felicidad, hay una incesante insistencia en los medios de comunicación masiva, la publicidad, incluso hay una creciente literatura enfocada a educar sobre cómo alcanzar la felicidad.
El primer problema notorio en todas esas formas discursivas es que no se preguntan algo muy básico, ¿Qué es la felicidad? Esta es una pregunta muy difícil de responder pero estas prácticas discursivas lo trivializan, reducen la complejidad de la existencia humana a formas muy simples.
Para empezar a evidencia esto no hay as que analizar cuál es la propuesta capitalista de la felicidad, esta propuesta se resume a tener. El capitalismo construye una serie de discursos ideológicos que se traducen en una exposición al sujeto de constantes estímulos en donde intentan equiparar la felicidad al consumo. Construyen lo que Marx denominaría el fetiche de la mercancía, alienar al sujeto para con sus cosas, apelan a que se identifique con ellas, las quiera, que encuentre una realización afectiva con ellas.
La praxis de esta forma ideológica de felicidad es muy simple, mientras más cosas poseas, más feliz serás, tener el mejor auto, la ropa de la mejor marca, ir a los lugares más exclusivos y reconocidos socialmente.
Facebook está repleto de ejemplos en donde se percibe esto, publicaciones sobre las cosas que se compran, fotos en los lugares a los que acuden, mostrando siempre una felicidad falsa, da igual que ese producto adquirido tenga utilidad o que en una semana dejen de utilizarlo, lo importante y o clave aquí es el mostrarlo a los otros, construir una superioridad sobre los demás, la felicidad bajo este esquema radica en la obtención de un status social, de intentar distinguirse de los demás vía los productos y no el ser.
La paradoja aquí es que la mayoría de los productos que el capitalismo oferta son producidos en masa, ese intento de diferenciarse se vuelve por tanto estéril, se hablaría más bien de una uniformidad en estos sujetos hiper consumistas, se visten igual, van a los mismos lugares, escuchan la misma música, conducen los mismos autos. El sujeto se vuelve entonces un autómata, la felicidad que tanto se pregona y se intenta mostrar  no es real, es una felicidad construida artificialmente.
Las redes sociales nos dan otro ejemplo en donde se muestra esta forma de felicidad capitalista, en estas redes se reproduce esta lógica de la cantidad, el sujeto inmerso en la rede social apela a tener la mayor cantidad de contactos posibles, que aparezcan múltiples opciones  de con quién charlar, con quienes compartir momentos, momentos virtuales claro está, pero que mitigan y sirven como paliativo a la sociedad del sujeto.
Zygmunt Baumant decía que el mayor logro de Facebook es saber aprovechar nuestro miedo a estar solos, este temor y miedo a la soledad recorre de principio a fin esta red, importa muy poco la calidad y profundidad de las interacciones entre los miembros de la red, solo importa tener interacción, dar la impresión de que se tiene amigos, gente que te estima, te quiere, se preocupa por ti, le importa tu vida. El problema es que al final la soledad no se puede eludir, solo se maquilla, en esencia el sujeto se encuentra solo ante un monitor o quizá peor, acompañado físicamente por alguien pero atrapado en la virtualidad.
Otro aspecto importante a analizar es el cómo dentro de nuestra sociedad se tolera muy poco la tristeza, por un lado se encuentra el discurso psiquiátrico que patologiza la tristeza, generando una estrategia de la medicalización del dolor, muy parecido al Mundo Feliz de Aldous Huxley.
En realidad a la psiquiatría no le interesa el bienestar del sujeto, se instaura como una forma de control social, construye criterios sobre la salud y enfermedad, la tristeza desde esta perspectiva se articula como una enfermedad mental, un desorden del sujeto que no le permite ser feliz, encontrando con esto su legitimidad discursiva, si el medicamento produce felicidad, la psiquiatría por ende es buena, se le da una significación y legitimación artificial y bastante cuestionable.
Traduciendo su discurso de forma simple seria como enunciar que esta sociedad te brinda todo para ser feliz, si no logras ser feliz con tus cosas, tu ropa, tu auto, tu televisión, entonces algo está mal en ti. La intencionalidad se vuelve entonces muy simple de leer, el que no se adapta a la sociedad, pagara entonces el precio de la patologizacion, de la exclusión.
Por otro lado existen múltiples discursos que giran en torno a la positividad, nos incitan de diversas  formas y de manera insistente a pensar positivo, a concentrarnos en los aspectos lindos de la vida, criticando y excluyendo a todos aquellos que expresan sentimientos de tristeza, de hartazgo, se les llama heaters, personas toxicas, malas influencias.
La articulación de estos discursos tiene como finalidad construir un mundo artificial, un mundo que borra de la percepción muchos aspectos de la realidad, produce sujetos que viven en fantasías y lo más grave es que niega una relación dialéctica entre el dolor y el placer, solo a partir del dolor podemos dimensionar el placer y la inversa, por eso es una relación dialéctica.
Todo momento de felicidad puede transformarse en dolor, el placer lleva consigo un contenido de dolor, quien no puede lidiar con el dolor, la tristeza, no puede comprometerse con su existencia, con los momentos intensos de la vida, parte del cuidado de si consiste en aprender a saber de nuestro dolor, asumirlo, aprender a relacionarnos con él.
El dolor también produce un crecimiento personal, un conocimiento más profundo y real de sí mismo, permite la posibilidad de vivir experiencias reales, no experiencias de consumo, o virtuales, o fantasiosas.
A manera de conclusión podría decir que la felicidad no está en el consumo, ni en maquillar la soledad, la felicidad no es algo que se pueda definir a priori, no es un conocimiento previo que se tenga, la felicidad son momentos intensos de la vida, de mucho placer, la felicidad por ende no puede ser construida a partir del discurso del otro, la felicidad es una construcción personal, cada uno tiene que buscar su propia forma de felicidad, no existen manuales ni una felicidad correcta o incorrecta como algunos discursos querrían darnos a entender.

Eduardo Contreras Merino.
 Psicoanalista. Contacto al teléfono 5523275307.
https://www.facebook.com/Eduardo.Psicoanalista/




miércoles, 17 de mayo de 2017

Sade y la ética del deseo.

Hablar sobre  las obras del marqués de Sade es hablar de un autor que provoca todo tipo de opiniones, aunque comúnmente se le ubica como un autor pornográfico, que saca a la luz ese lado oscuro del sujeto que muestra  lo peor del ser humano.
En este texto no me concentrare en definir qué tipo de literatura son sus novelas, más bien intentare centrarme en otro aspecto de sus obras, en el contenido filosófico presente en ellas, más específicamente intentare responder a la siguiente pregunta  ¿Qué es lo que Sade nos dice sobre el deseo? Para intentar responder a esto retomare 2 libros muy conocidos de su obra, Justine y los infortunios de la virtud  y Juliete.
La trama de Justine podría ser fácilmente entendida como una tragedia, la vida de Justine parece marcada por una lucha constante entre defender su postura de conservar su virtud o dejarse corromper por todos aquellos libertinos y seres malvados que se “encuentra”  en su camino constantemente.
La historia vista desde una lectura lineal parece rondar sobre la crueldad de la humanidad, la maldad, el dolor, pero si profundizamos un poco, si ponemos atención a ciertos diálogos de los personajes encontramos que hay algo mas, un subtexto que gira que ronda sobre responder una pregunta muy clara ¿Que es la virtud?
Sade es muy claro a la hora de responder a esto, por un lado nos muestra los argumentos por un lado nos muestra los argumentos de Justine, haciéndose evidente que son meras repeticiones de discursos religiosos, morales, por otro lado Sade habla a través de sus personajes libertinos, cuestiona esos discursos,  cuestiona ese concepto de virtud  concluyendo que la virtud solo es un discurso moral. Un discurso de saber-poder, una verdad construida por determinados sectores sociales con el fin de producir un control sobre la población, sobre sus cuerpos, su conducta, su deseo.
La historia de Justine es una historia sobre la alienación del sujeto, sobre la represión, una historia que ejemplifica muy bien la diferencia entre ser sujeto y ser objeto. Justine jamás se asume como sujeto porque nunca desea, cada vez que el placer comienza a invadirla, cada vez que se encuentra a punto de encontrarse con su placer huye, lo reprime, parece su moral, esos discursos que la constriñen, la alienan, volviéndola un mero objeto de goce para otro, un cuerpo desprovisto de sentido, de identidad, vació.
Justine renuncia a su libertad  por eso Sade la castiga brutalmente, no tiene piedad con ella, Sade nos ejemplifica con esto que aquel que renuncia a asumir su libertad está condenado a la tiranía del azar, a la voluntad del otro.
Incluso en el final de la novela, cuando parece que por fin Justine ha vencido todas las adversidades, que por fin será feliz conservando  intacta su virtud, Sade la mata, dándonos con esto una última lección brutal, el azar es cruel, que abandonarse al azar solo conlleva a la tragedia, a un circulo de repetición infinito en el cual la única vía de escape es la muerte.
En Juliete Sade nos muestra la otra cara de la moneda, nos muestra un personaje libre. La novela inicia con la tragedia que envuelve a ambas hermanas, y aquí se produce la primera elección que marcara la vida de ambas, Justine elige alinearse, mientras que Juliete elige no reprimir su deseo, no reprimir sus inquietudes, sino explorarlas, elige que su destino no dependerá de nadie más que de ella, y decide utilizar su cuerpo como vía de acceso a lo que desea.
En esta novela se nos sigue mostrando un desfile de libertinos bastante peculiares, algunos incluso monstruosos como en Justine, pero la forma de vivir las experiencias por Juliete es diferente, ella se abandona al deseo, no se deja atrapar por estos discursos que buscan dominarla, por el contrario, los combate, Sade por medio de Juliete nos muestra que al final como sujetos solo nos tenemos a nosotros mismos, solo contamos con nuestro propio criterio, que en relación al placer no hay cosas buenas o malas, simplemente gustos, preferencias, Juliete rompe con la moralidad, rompe con los discursos dominantes de su época que definían lo que era una mujer, pone en praxis eso que decía Simone de Beavouir en el segundo sexo, que no se nace siendo mujer, se deviene como mujer, convierte así su vida en una elección constante no dejando al azar el destino de su vida. Ahora bien el titulo de este texto es Sade y la ética del deseo, ¿donde entra en esto que he descrito a hasta ahora la ética?
Para retomar este punto utilizare como referencia otro texto de sade, La filosofía en el tocador, quizá el texto más profundo y filosófico de Sade, el personaje de Dolmance actúa como un profesor muy particular, si se lee de forma lineal parecerá que Dolmance solo enseña una praxis sobre la sexualidad, una arts erótica sobre las formas de producir placer en los sujetos, pero hay algo mas, algo que trasciende el mero cuerpo, Sade utiliza a Dolmance para expresarnos una ética, una ética sobre el deseo, sobre el placer.
Dolmance da numerosas clases teóricas y prácticas sobre el conocimiento del cuerpo, sobre la producción del placer, del erotismo en el sujeto, pero a la vez muestra esta ética que se puede ubicar en algunos de los siguientes puntos:
1.-  El placer es algo natural en el sujeto, por ende no puede considerarse malo, aquí Sade apela a combatir los discursos morales, esos discursos que condenan el placer, que busca producir culpa en el sujeto por sentir placer, por desearlo, sade lo coloca en el orden de la naturaleza, sigue una lógica muy clara, la naturaleza es simplemente la naturaleza, la naturaleza produce su propio orden, sus propias reglas y no se pueden medir bajo la dualidad de bueno o malo, lo natural simplemente es, se escapa al orden moral humano. El placer entra en este orden natural, por ende no existe lo bueno o malo, simplemente el placer, intensidades de placer y en esto es el punto clave, la ética entra aquí en el dominio que se tiene sobre ese placer, en las intensidades que el sujeto se permite sentir, de producir un dominio que le permita reproducirlo cuando considera oportuno y en las cantidades que considera oportunas.
2.- El cuerpo es la principal vía de experimentación del placer, por ende cualquier parte del cuerpo sirven para este propósito, no hay partes del cuerpo que deban ser excluidas, en todas sus obras Sade nos deja muy claro esto, mostrándonos que no debe haber una privación del uso de cuerpo con fines de goce, los 120 días de Sodoma es quizá el ejemplo más claro de esto,  nos describe un sinnúmero de libertinos que gozan con múltiples partes del cuerpo, pero a su vez nos muestra un aspecto crucial, que es el de conocimiento de sí. El sujeto debe saber sobre su cuerpo, saber que partes le producen placer, así como el del otro, en esta novela encontramos sujetos que tienen un conocimiento muy claro de lo que desean, de lo que buscan en su cuerpo y el del otro, mostrándonos que saber implica poder, saber de nuestro cuerpo produce que tengamos poder sobre él y por ende libertad de acción, el desconocimiento solo produce represión, alienación.
No es casualidad que muchos de los personajes de Sade sean sodomitas, que prefieran el sexo anal y no necesariamente porque sean homosexuales, el altar de Sodoma como lo nombra Sade se vuelve ese elemento de transgresión a lo moral,  se vuelve el ejemplo perfecto para mostrar que en términos del placer no debe haber restricciones, evidencia que esos discursos que buscan limitar la sexualidad a el uso de y prohibición de ciertas zonas del cuerpo, tienen como finalidad el control, Sade sabe que el sexo y el placer son de las principales vías de creación del sujeto, obtener placer implica inventar, crear con nuestro cuerpo.
3. El placer disuelve el ejercicio de poder, Sade muestra claramente como la sexualidad no tiene que ver con el poder, incluso en términos de sadismo y masoquismo lo que menos existe es un poder sobre el otro, existen mas bien lugares de objetos y sujetos, en el acto sexual todos somos objetos de deseo, somos pasivos y a la vez activos, somos objeto de goce del otro y él lo es de nosotros, no existe una superioridad de género, ni de anatomía, en el sexo el sujeto se confronta con ese lado más natural, ese orden en donde solo existe el placer. Sade evidencia que el pensar el sexo desde el poder es una ilusión, que solo es a unión de cuerpos y producción de placeres en donde no existe ni bien y mal y en donde todos somos objetos de goce del otro.
Para concluir podría decir que la ética Sadiana apela a conocer de sí mismo, de nuestro erotismo, a asumir nuestra libertad, asumir que el sexo es una expresión de nuestro potencial creador, que nuestra satisfacción o insatisfacción sexual esta en relación a la posibilidad de libertad que tengamos, a la posibilidad de transgresión de la normalidad, nos muestra que el placer y el erotismo puede sin duda ser usado como una forma de práctica de ejercicio de la libertad.

Eduardo Contreras Merino.
 Psicoanalista. Contacto al teléfono 5523275307.

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