Hablar sobre las obras del marqués de Sade es hablar de un
autor que provoca todo tipo de opiniones, aunque comúnmente se le ubica como un
autor pornográfico, que saca a la luz ese lado oscuro del sujeto que
muestra lo peor del ser humano.
En este texto no me concentrare en
definir qué tipo de literatura son sus novelas, más bien intentare centrarme en
otro aspecto de sus obras, en el contenido filosófico presente en ellas, más
específicamente intentare responder a la siguiente pregunta ¿Qué es lo que Sade nos dice sobre el deseo?
Para intentar responder a esto retomare 2 libros muy conocidos de su obra,
Justine y los infortunios de la virtud y
Juliete.
La trama de Justine podría ser
fácilmente entendida como una tragedia, la vida de Justine parece marcada por
una lucha constante entre defender su postura de conservar su virtud o dejarse
corromper por todos aquellos libertinos y seres malvados que se
“encuentra” en su camino constantemente.
La historia vista desde una lectura
lineal parece rondar sobre la crueldad de la humanidad, la maldad, el dolor,
pero si profundizamos un poco, si ponemos atención a ciertos diálogos de los
personajes encontramos que hay algo mas, un subtexto que gira que ronda sobre
responder una pregunta muy clara ¿Que es la virtud?
Sade es muy claro a la hora de
responder a esto, por un lado nos muestra los argumentos por un lado nos
muestra los argumentos de Justine, haciéndose evidente que son meras
repeticiones de discursos religiosos, morales, por otro lado Sade habla a
través de sus personajes libertinos, cuestiona esos discursos, cuestiona ese concepto de virtud concluyendo que la virtud solo es un discurso
moral. Un discurso de saber-poder, una verdad construida por determinados
sectores sociales con el fin de producir un control sobre la población, sobre
sus cuerpos, su conducta, su deseo.
La historia de Justine es una historia
sobre la alienación del sujeto, sobre la represión, una historia que
ejemplifica muy bien la diferencia entre ser sujeto y ser objeto. Justine jamás
se asume como sujeto porque nunca desea, cada vez que el placer comienza a
invadirla, cada vez que se encuentra a punto de encontrarse con su placer huye,
lo reprime, parece su moral, esos discursos que la constriñen, la alienan,
volviéndola un mero objeto de goce para otro, un cuerpo desprovisto de sentido,
de identidad, vació.
Justine renuncia a su libertad por eso Sade la castiga brutalmente, no tiene
piedad con ella, Sade nos ejemplifica con esto que aquel que renuncia a asumir
su libertad está condenado a la tiranía del azar, a la voluntad del otro.
Incluso en el final de la novela,
cuando parece que por fin Justine ha vencido todas las adversidades, que por
fin será feliz conservando intacta su
virtud, Sade la mata, dándonos con esto una última lección brutal, el azar es
cruel, que abandonarse al azar solo conlleva a la tragedia, a un circulo de
repetición infinito en el cual la única vía de escape es la muerte.
En Juliete Sade nos muestra la otra
cara de la moneda, nos muestra un personaje libre. La novela inicia con la
tragedia que envuelve a ambas hermanas, y aquí se produce la primera elección
que marcara la vida de ambas, Justine elige alinearse, mientras que Juliete
elige no reprimir su deseo, no reprimir sus inquietudes, sino explorarlas,
elige que su destino no dependerá de nadie más que de ella, y decide utilizar
su cuerpo como vía de acceso a lo que desea.
En esta novela se nos sigue mostrando
un desfile de libertinos bastante peculiares, algunos incluso monstruosos como
en Justine, pero la forma de vivir las experiencias por Juliete es diferente,
ella se abandona al deseo, no se deja atrapar por estos discursos que buscan
dominarla, por el contrario, los combate, Sade por medio de Juliete nos muestra
que al final como sujetos solo nos tenemos a nosotros mismos, solo contamos con
nuestro propio criterio, que en relación al placer no hay cosas buenas o malas,
simplemente gustos, preferencias, Juliete rompe con la moralidad, rompe con los
discursos dominantes de su época que definían lo que era una mujer, pone en
praxis eso que decía Simone de Beavouir en el segundo sexo, que no se nace
siendo mujer, se deviene como mujer, convierte así su vida en una elección
constante no dejando al azar el destino de su vida. Ahora bien el titulo de
este texto es Sade y la ética del deseo, ¿donde entra en esto que he descrito a
hasta ahora la ética?
Para retomar este punto utilizare como
referencia otro texto de sade, La filosofía en el tocador, quizá el texto más
profundo y filosófico de Sade, el personaje de Dolmance actúa como un profesor
muy particular, si se lee de forma lineal parecerá que Dolmance solo enseña una
praxis sobre la sexualidad, una arts erótica sobre las formas de producir
placer en los sujetos, pero hay algo mas, algo que trasciende el mero cuerpo,
Sade utiliza a Dolmance para expresarnos una ética, una ética sobre el deseo,
sobre el placer.
Dolmance da numerosas clases teóricas
y prácticas sobre el conocimiento del cuerpo, sobre la producción del placer,
del erotismo en el sujeto, pero a la vez muestra esta ética que se puede ubicar
en algunos de los siguientes puntos:
1.-
El placer es algo natural en el sujeto, por ende no puede considerarse
malo, aquí Sade apela a combatir los discursos morales, esos discursos que
condenan el placer, que busca producir culpa en el sujeto por sentir placer,
por desearlo, sade lo coloca en el orden de la naturaleza, sigue una lógica muy
clara, la naturaleza es simplemente la naturaleza, la naturaleza produce su
propio orden, sus propias reglas y no se pueden medir bajo la dualidad de bueno
o malo, lo natural simplemente es, se escapa al orden moral humano. El placer
entra en este orden natural, por ende no existe lo bueno o malo, simplemente el
placer, intensidades de placer y en esto es el punto clave, la ética entra aquí
en el dominio que se tiene sobre ese placer, en las intensidades que el sujeto
se permite sentir, de producir un dominio que le permita reproducirlo cuando
considera oportuno y en las cantidades que considera oportunas.
2.- El cuerpo es la principal vía de
experimentación del placer, por ende cualquier parte del cuerpo sirven para
este propósito, no hay partes del cuerpo que deban ser excluidas, en todas sus
obras Sade nos deja muy claro esto, mostrándonos que no debe haber una
privación del uso de cuerpo con fines de goce, los 120 días de Sodoma es quizá
el ejemplo más claro de esto, nos describe
un sinnúmero de libertinos que gozan con múltiples partes del cuerpo, pero a su
vez nos muestra un aspecto crucial, que es el de conocimiento de sí. El sujeto
debe saber sobre su cuerpo, saber que partes le producen placer, así como el
del otro, en esta novela encontramos sujetos que tienen un conocimiento muy
claro de lo que desean, de lo que buscan en su cuerpo y el del otro,
mostrándonos que saber implica poder, saber de nuestro cuerpo produce que
tengamos poder sobre él y por ende libertad de acción, el desconocimiento solo
produce represión, alienación.
No es casualidad que muchos de los
personajes de Sade sean sodomitas, que prefieran el sexo anal y no
necesariamente porque sean homosexuales, el altar de Sodoma como lo nombra Sade
se vuelve ese elemento de transgresión a lo moral, se vuelve el ejemplo perfecto para mostrar
que en términos del placer no debe haber restricciones, evidencia que esos
discursos que buscan limitar la sexualidad a el uso de y prohibición de ciertas
zonas del cuerpo, tienen como finalidad el control, Sade sabe que el sexo y el
placer son de las principales vías de creación del sujeto, obtener placer
implica inventar, crear con nuestro cuerpo.
3. El placer disuelve el ejercicio de
poder, Sade muestra claramente como la sexualidad no tiene que ver con el
poder, incluso en términos de sadismo y masoquismo lo que menos existe es un
poder sobre el otro, existen mas bien lugares de objetos y sujetos, en el acto
sexual todos somos objetos de deseo, somos pasivos y a la vez activos, somos
objeto de goce del otro y él lo es de nosotros, no existe una superioridad de
género, ni de anatomía, en el sexo el sujeto se confronta con ese lado más
natural, ese orden en donde solo existe el placer. Sade evidencia que el pensar
el sexo desde el poder es una ilusión, que solo es a unión de cuerpos y
producción de placeres en donde no existe ni bien y mal y en donde todos somos
objetos de goce del otro.
Para concluir podría decir que la
ética Sadiana apela a conocer de sí mismo, de nuestro erotismo, a asumir
nuestra libertad, asumir que el sexo es una expresión de nuestro potencial
creador, que nuestra satisfacción o insatisfacción sexual esta en relación a la
posibilidad de libertad que tengamos, a la posibilidad de transgresión de la
normalidad, nos muestra que el placer y el erotismo puede sin duda ser usado
como una forma de práctica de ejercicio de la libertad.
Eduardo
Contreras Merino.
Psicoanalista. Contacto al teléfono
5523275307.
https://www.facebook.com/Eduardo.Psicoanalista/
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