En vigilar y castigar Michel Foucault
abordaba una eterna preocupación de las sociedades occidentales, la relación
entre la vigilancia y el castigo, a lo largo del libro nos va insertando en la
evolución del castigo del soberano, tomando este poder del suplicio de la
carne, los patíbulos se construyen como el espectáculo que muestra
simbólicamente la autoridad del rey, su fuerza, en esta forma de ejercicio de
poder el énfasis se coloca en la demostración pública de las consecuencias de
desafiar la autoridad del rey, apelando al terror como forma de control social,
en el temor al suplicio de la carne.
El suplicio mostrado como espectáculo
en los patíbulos tiene como intencionalidad el construir una forma de poder
especular, los condenados son un ejemplo de los alcances del poder, cada grito,
cada suplica, cada desgarro de la carne, cada hueso roto, cada miembro
cercenado potencian la autoridad del rey, construyen un poder implacable,
absoluto y omnipotente.
A partir del siglo 18 y con las ideas
de la ilustración cada vez más difundidas, los suplicios comienzan a perder su
percepción como signo de justica para ser representados como signo de abuso de
poder, de barbarie, comienza entonces una inversión dialéctica en la relación
vigilancia-castigo, de ser la prioridad el castigo a poner en énfasis en la
vigilancia, en el desarrollo de diversas estrategias y discursos de saber-poder
con respecto a la prevención del delito, en las formas de detección temprana de
los comportamientos disruptivos, comienza lo que se conoce como la sociedad
disciplinaria, cuya finalidad y objetivo primordial será la producción de una
sociedad de cuerpos dóciles y obedientes.
El ejercicio de poder se transforma en
sus objetivos y su funcionamiento, pasa de producir poder a partir del terror y
el suplicio de cuerpo, de utilizar el dolor como forma de control a pasar a un
ejercicio de poder más sutil, que ya no tiene en sus miras y objetivos el dolor
corporal sino apela a quebrar el espíritu, a extinguir la dimensión metafísica
de los sujetos, a construir un poder que regule y controle la desobediencia,
que aniquile el espíritu de rebeldía incluso antes que sea producido en los
sujetos utilizando diversas disciplinas como la pedagogía, la medicina, la
ortopedia, la psicología, el derecho, la arquitectura. Estas disciplinas tienen
a su vez el doble objetivo de potenciar la fuerza productiva de los sujetos,
construyendo al cuerpo como una máquina de producción pero a la vez,
despojándolo de fuerza a nivel político, espiritual y social.
En estas nuevas tecnologías de poder
el castigo deja de constituirse como un espectáculo, el castigo pasa a ser algo
vergonzoso, simboliza el fracaso de las estrategias disciplinarias, debido a
eso se construyen instituciones de exclusión, de encierro, como la prisión, los
hospitales psiquiátricos, espacios en
donde el castigo pasara a nombrarse rehabilitación y esta será en privado, lejos
de la mirada de la sociedad y cuyos aspectos discursivos de estas rehabilitaciones
serán los únicos que se difundirán socialmente, creándose las estructuras
dialécticas de normal- anormal, salud – enfermedad, legal – ilegal, como valores ideológicos a reproducirse en
las sociedades.
Estos espacios de exclusión cumplirán
una doble funcionalidad, por un lado se constituirán como espacios de experimentación
de las tecnologías disciplinarias, y en segundo lugar como reforzamiento de las
estructuras ideológicas dominantes.
Durante varios siglos la sociedad
disciplinaria se consolido como el modelo de producción de formas de
subjetivación y de ejercicio de poder predilecto por la mayoría de las
naciones, hasta que a mediados del siglo 20 y con las transformaciones los
procesos de producción capitalista se desarrolla una nueva forma de ejercicio
de poder, la sociedad del espectáculo, una variante que tiene como objetivo el
producir una forma diferente de posicionarse de los sujetos ante la obediencia,
se deja de lado el estado y la obediencia ligada más a lo jurídico – político
para pasar a colocar al capital como la nueva instancia simbólica e ideológica
a la cual obedecer y cuyas prácticas de subjetivación se traducirán en el
consumo como forma correcta de vivir.
Se crea así el ente del consumo que se somete
a la ideología capitalista, un sujeto que toma la apariencia como forma de
vida, en esta sociedad del espectáculo se articulan dos funciones subjetivas en
apariencia contradictorias pero que en su praxis reflejan ser totalmente
funcionales, por un lado la sumisión a la cultura consumista, por otro lado la
potencializacion de la idea de libertad, una libertad que tiene su mayor
expresión en el consumo, el sujeto es libre en tanto elige que consume y esto
se traduce en un modelo de vida, una forma de existencia banal y superficial que
hay que mostrar permanentemente, ligado a el constante avance tecnológico, se
masifican estos modelos de identificación, se construyen estereotipos que
tienen como finalidad el centrar la existencia en los aspectos banales,
superficiales, el yo se diluye para estructurarse como un mero elemento
especular, una farsa, dejan de ser importantes los afectos, las emociones, las
sensaciones, los pensamientos para ser sustituidos por las cosas que se tienen,
los viajes que se realizan.
En este esquema social la relación vigilancia
– castigo adquiere otros alcances y otros objetivos, los espacios de exclusión
siguen operando pero ya no tienen la aceptación social de otros periodos, se
empiezan a ver como espacios de abuso de poder igual que ocurrió con los patíbulos,
la sociedad el espectáculo permite una forma de control diferente, logra
construir una sociedad autodisciplinada que con el hecho de que los sujetos se
adhieren a sistemas ideológicos dominantes ya no es necesaria la amenaza de la
exclusión física, del encierro, siguen existiendo estos espacios porque ya
persiguen otros intereses distintos al
del castigo.
Al pasar a ser una sociedad
autoregulada la vigilancia empieza a producirse entre los propios sujetos, estos se vuelven los garantes de reproducir los
sistemas ideológicos y observar en las conductas y pensamientos de los demás
que sean llevadas a cabo de forma adecuada, esta vigilancia estará enfocada en
dos aspectos ideológicos dominantes, por un lado el consumo como forma de
existencia y su completo la ostentación del consumo, el mostrarlo
permanentemente, se generaran así dinámicas sociales en donde todos observan
detenidamente el consumo de los demás, que tienen, de que carecen, a que
lugares van, espejeándose unos con otros, entrando en competencia directa, de
tal forma que pocos puedan abstenerse de entrar en estas formas de existencia.
El castigo aquí toma forma
principalmente en la exclusión, se excluye de las dinámicas sociales a aquellos
que no encajan con la ideología dominante, se les excluye de espacios de recreación,
culturales, educativos, son relegados a ser ciudadanos de segunda, que no
aspiran a tener una buena calidad de vida como aquellos que si consumen
masivamente, el castigo aquí es un castigo en relación a la calidad de vida y
al aislamiento de ciertos procesos sociales y tiene una naturaleza de índole económica
principalmente.
La sociedad del espectáculo poco a
poco va llevando a construir una vida liquida, banal, superficial y a produciendo
relaciones virtualizadas y con el surgimiento de las redes sociales esta virtualización
adquiere su mayor expresión, creando una sociedad de personas atrapadas frente
a una pantalla, una red que engloba un gran cumulo de sujetos que viven,
publican, se manifiestan en la red como si de la realidad se tratara, que se
representan como sus avatares, como sus fotos de perfil y en donde los espacios
exteriores son cada vez menos relevantes para pasar a comprender la realidad a
partir del filtro de la pantalla de la computadora o el teléfono inteligente.
En esta nueva realidad se necesitan también
ciertas formas de estructura de ejercicio de poder, formas de adaptación de las
tecnologías de vigilancia y de castigo que he enunciado con anterioridad, las
redes sociales retoman 3 estrategias fundamentales que describiré a continuación.
Volver el castigo y vigilancia un espectáculo.
Es cada vez más común encontrarnos con que cada semana se inicia uno o varios
linchamientos masivos de alguna persona en las redes sociales, encontramos una dinámica
en donde alguna persona protegida generalmente por el anonimato que la
virtualidad permite, denuncia a alguien públicamente de estar cometiendo algo
indebido, de haber realizado algún comportamiento considerado como anormal,
insano, incorrecto, de expresarse de forma políticamente incorrecta en función de
los sistemas ideológicos dominantes, reproduciendo de forma muy parecida el
procedimiento que se realizaba en los tiempos de las quemas de brujas, se
espera una reacción de los miembros de esta sociedad virtual que es la red
social, que se unan a la condena, que expresen su rechazo y desprecio por la
persona transgresora, aparecen una lluvia masiva de insultos, de agresiones,
amenazas, se pide que esa persona sea castigada, excluida de las redes,
bloqueada, que pierda su empleo o sea expulsada de su centro educativo, que sea
señalada por su familia, que obtenga el desprecio de sus conocidos.
Tal cual la gente acudía a los patíbulos
las personas se conectan a su red social favorita en búsqueda de sangre, de tener
un objetivo en cual saciar su necesidad de ejercer violencia, se instaura un
proceso de vigilancia permanente de las publicaciones de las personas, de sus
fotos, de sus chistes, sus vídeos, con la finalidad de encontrar esos sujetos
que se escapan de la norma, de lo correcto, la tecnología de los teléfonos inteligentes
permite que todos estén en búsqueda de tomar esa foto comprometedora del otro,
ese vídeo que capte la conducta incorrecta, el comentario políticamente incorrecto.
Esto cumple dos objetivos principales en la población, por un lado salir del
anonimato existencial al cual están condenados una gran parte de la población ya
que al ser alienados y estar homogenizados todos son iguales a otros por lo
cual este tipo de denuncias se vuelven una forma de destacar ante los demás, de
quedar como el héroe que lucha por lo correcto, que vela por la adecuada convivencia
humana, se construyen los “Social Justice Warriors” gente que persigue sin
cesar toda la incorrección política y que en muchos de los casos acaba
capitalizando eso en una serie de ganancias económicas altamente redituables.
El segundo aspecto es el de formar
parte de la dinámica del espectáculo, ser famoso por un día, por unas horas ser
entrevistado en tv, ser conocido socialmente, esta necesidad de reconocimiento
lleva a una gran cantidad de personas a grabarse, fotografiarse, expresar
constantemente sus opiniones alienadas, buscando alcanzar ese premio que
consiste en la viralizacion de tu vídeo, de tu foto, de tu publicación, es
formar parte de esta dinámica en donde a veces denuncias a veces expresas tu
malestar y que inconscientemente tiene la intención de romper con la sensación de
pasividad, de inacción, este tipo de acciones, de denuncias construyen la ilusión
de que se está haciendo algo importante, que se está cambiando al mundo y que
en el fondo solo es una búsqueda de sentido existencial, una forma de romper
con el sinsentido de la existencia humana, un intento de trascendencia bastante
primitivo y carente de una estructura reflexiva.
En este espectáculo del castigo
importa poco la verdad, da igual si la persona realizo de verdad aquello que se
le acusa y se le denuncia públicamente, da igual el contexto en el cual se llevó
a cabo la acción grabada en el vídeo, da igual el sentido que tenía el
comentario enunciado que es políticamente incorrecto, lo importante es la
notoriedad que le dará a aquel quien denuncia, la posibilidad que dará a múltiples
personas de sacar sus frustraciones agrediendo al denunciado.
Otro efecto importante en este espectáculo
es que al ser realizado por medio de la virtualidad y del anonimato permite el
eludir la responsabilidad, esto por dos vías, la responsabilidad de aquel quien
denuncia de los efectos que su acción produce en aquel que se denunció, si
pierde su trabajo, si es agredido por la comunidad, si es golpeado, todos se esconden
en el anonimato para dar rienda suelta a sus ansias de poder y castigo, por
otro lado en las personas que comparten las denuncias y que permiten su
viralizacion, eluden la responsabilidad de comprobar que aquello que comparten
es verídico, al buscar simplemente formar parte del espectáculo de linchamiento
de turno se comparte información de forma irreflexiva, y se niega cualquier
tipo de responsabilidad en los efectos que tuvo en alguna persona el compartir
esa información, se construye así la hiper-realidad, una realidad dictada por
lo que la mayoría cree, por la información que se comparte, por la cantidad
likes que tiene una publicación, la cantidad de gente que la compartió, por si
es hash-tag, esto se utiliza por distintos tipos de estrategias y de
instituciones de ejercicio de poder para poder dictar la verdad, para controlar
la opinión pública, construir formas de subjetivación en la población sin
necesidad de recurrir a ese poder violento del soberano, a ese poder
disciplinario y correctivo, sino a un poder más retorico, mas basado en el
convencimiento, y el control ideológico.
Para concluir la reflexión seria
importante cuestionarnos como sociedad y como individuos,
¿Por qué tenemos
tanta necesidad de castigo, porque tenemos tanto goce con el presenciar el
castigo del otro, su sufrimiento, su dolor? Y en segundo lugar insertar una dimensión
ética en nuestras acciones, empezar a cuestionarse cada que vemos una publicación
de denuncia si es verdad, si se tiene constancia que aquello es verídico, corroborar
la información, dejar de ver esta dinámica social como un espectáculo divertido
para empezar a verlo como lo que en realidad es, un espectáculo de decadencia
en donde la alienación y la ignorancia triunfan y en donde al final del día
todos los participantes acaban más sujetos al poder de lo que dan cuenta.
Eduardo Contreras Merino.
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