miércoles, 14 de diciembre de 2016

¿Qué es el estado de derecho?

Es muy común que encontremos en diversos medios el uso constante de la frase “estado de derecho”,  es mencionado en programas de televisión,  los políticos lo utilizan como una jerga recurrente pero,  ¿a que se refieren cuando hablan del estado de derecho?
El sentido que comúnmente se utiliza para definir el estado de derecho es el de un estado jurídico-político que facilita la implementación de ciertos mecanismos de gobernabilidad que intentare resumir en 3 puntos.
A)    La instauración de un aparato jurídico que este basado en un sistema de equidad que facilite la imparcialidad en la  aplicación del marco jurídico, garantizando así el acceso a la impartición de justicia para todos los ciudadanos independientemente de su situación económica, de género, preferencia sexual,  de raza,  evitando así los abusos de poder de las clases dominantes o mayoritarias con respecto a las inferiores o minoritarias.
B)   La construcción de mecanismos que permitan el respeto de las garantías individuales, comúnmente llamados derechos humanos. Principalmente en lo que respecta al uso de la violencia sobre sus ciudadanos, es decir, que el uso de los medios de violencia del aparato de estado adquieran un matiz de legitimidad social y no a la inversa, que se vuelvan un método de represión de los gobernados.
C)   La creación de un estado de policía que permita la implementación de la ley acompañado de un sistema jurídico que permita la impartición de justicia y se evite la impunidad de aquellos que violentan el contrato social dictado por las leyes.
En esencia y de forma muy resumida se podría decir que estos 3 puntos engloban la forma en la que se concibe el concepto de estado de derecho, ¿pero esto realmente es así? O como plantearía Foucault es solo un discurso de poder-saber que  ha adquirido la noción de verdad.
En su seminario “El nacimiento de la biopolitica” Michel Foucault nos da una versión diferente de lo que es el estado de derecho, ubicando como a finales de 1940, en el contexto de la postguerra se inicia  la construcción de los estados modernos a partir de la vertiente del liberalismo y su posterior evolución al neoliberalismo.
En primer lugar Foucault plantea que efectivamente el estado de derecho se encuentra en relación a los marcos jurídicos-políticos y a las estrategias de gobernabilidad, pero no en torno a la creación de un estado facilitador del bienestar de sus ciudadanos, sino con otros intereses diametralmente opuestos a la concepción oficial de lo que es el estado de derecho. Estos intereses se pueden definir a partir de dos aspectos específicos:
A)   La creación de un estado que permita la implantación de lo que Foucault denomina “La razón del mercado” es decir, un estado que facilite la consolidación de la teoría del libre mercado como una verdad universal. Esto implica una transformación de las sociedades occidentales, se construye lo que se denomina la política de marco, una política que busca transformar a los ciudadanos así como sus marcos contextuales, producir sujetos aptos para la implementación de las teorías del libre mercado, transformar su estructura del deseo para volverlos aptos para el consumo, en esencia se busca adaptar a la sociedad y construir un nuevo tipo de sujeto que admita como verdad incuestionable el discurso del libre mercado.
B)   En segundo lugar se busca generar un marco jurídico que posibilite la acción de las empresas y el libre flujo del capital, disminuir los marcos de regulación gubernamentales con respecto al capital, se construyen nuevas políticas laborales, cambios en las leyes de los usos de suelo, nuevas leyes ambientales, de soberanía. Todo esto  apelando a la autorregulación del capital, legitimándolo en un marco ideológico que genera la idea de una naturalidad de esa estructura. Se plantea el libre mercado como algo natural, deseable, que tiene sus propias reglas, estrategias y cuya regulación por parte del estado se presenta como una traba para el progreso de una sociedad dada.
Estos dos aspectos tienen repercusiones evidentes en las sociedades occidentales, esta reconstrucción de las poblaciones se realiza a partir de técnicas específicas de ejercicio de poder, tales como la disciplina, la manipulación mediática, la propaganda, la remodelación de los espacios físicos, de las dinámicas de los grupos en una sociedad.
Se aplican un conjunto de saberes que producen el sujeto moderno, un sujeto que se aleja del cogito ergo sum, para pasar a un estado de irreflexión, se aliena ante el discurso del libre mercado volviéndolo un autómata consumista y dócil ante los distintos marcos de regulación que el capital impone a la sociedad.
Se produce una sociedad basada en el modelo de la empresa, estos cambios se ejecutan desde aspectos micros políticos como las familias, hasta macros como una población entera, aparecen sociedades jerárquicas, uniformadas, sujetos alienados en su pensamiento y deseo a la ideología capitalista.
Cuando comparamos estas dos formas de pensar el estado de derecho resulta evidente que la primera intenta transmitir una versión idealizada, romántica, utópica del estado, que pone el bienestar de sus ciudadanos antes que el interés económico.
La segunda visión nos deja ver un panorama oscuro, nos mostraría como el estado de derecho en esencia es solo una forma de gobernar en beneficio del capital, esto se traduciría en una sociedad que está organizada para el beneficio de unos cuantos en pos del bienestar de ciertas clases dominantes.
Si se analiza la mayoría de las sociedades occidentales, se puede ubicar como muchos de estos aspectos que Foucault refiere están más que presentes, el libre mercado tiene el control de los gobiernos, se ha desatado un monstruo de mil cabezas que devora todo a su paso, generando una desigualdad social como pocas veces se ha visto en la historia, una mayoritaria acumulación del capital en manos de unos cuantos, dejando evidente que el capital no puede auto regularse, que son cada vez más necesarias la implementación de mecanismos de regulación a las empresas-
Queda claro que el estado neoliberalista ha sido un fracaso, y una posibilidad de contrapeso radica en dejar de ver al estado de derecho desde esa perspectiva falsa, empezar a hacer un proceso de resignificacion que permita verlo en su desnudes, como un mero aparato de gobierno que favorece a las clases dominantes a costa de la carencia de la mayoría de la población.
El estado de derecho es un estado jurídico sí, pero cuyo marco está en función de brindarle al capital libre acción y ya hemos constatado los efectos que la libre acción del capital tiene. Es absolutamente necesario una exigencia a los aparatos estatales de que hagan realidad esa visión que tanto pregonan pero el primer paso está en la aplicación del marco jurídico al capital. Mientras no existan estados que frenen la depredación del libre mercado, seguiremos viviendo en este mundo neofeudalista en donde las empresas se operan como pequeños feudos sin límites, acumulando la riqueza y violentando los derechos de la gran mayoría de los ciudadanos.

Eduardo Contreras Merino.

martes, 9 de agosto de 2016

Funcionamiento y posibles formas de resistencia a los discursos de saber poder en torno a la salud mental.

Comúnmente nos encontramos en los medios de comunicación masiva a múltiples “expertos” del comportamiento humano, que enuncian discursos muy específicos sobre lo que son los modos de vida saludables y patológicos en la experiencia humana.
En su discurso nos encontramos con términos como relaciones sanas, salud mental, vida sexual plena; desarrollan manuales de cómo relacionarse con otros saludablemente, cómo comer saludablemente, cómo tener una vida sexual saludable.
Estos discursos establecen criterios muy específicos con respecto a los límites entre la salud y la enfermedad, hasta donde lo celos són sanos y cuando ya es una enfermedad, cuando se tienen relaciones sexuales sanas y en qué punto ya es un problema sexual.
Es en este aspecto donde iniciare la problematización. La abordare desde un eje que podría llamar de legitimidad. ¿Qué legitima a estos discursos a enunciarse como portadores de una verdad sobre el sujeto?
Para responder a esto habría que poner sobre la mesa algunos antecedentes históricos y situarnos a finales del siglo XIX en Europa. Con la producción del liberalismo y la transformación de la filosofía occidental, en Europa se generó un auge de disciplinas que buscaban describir la verdad del sujeto desde diversos enfoques, desde su cuerpo, (la medicina y sus variantes), desde su comportamiento (la psiquiatría, la psicología, la criminología), etc.
A diferencia de otros momentos en la historia del pensamiento filosófico o epistemológico, aquí la producción de discursos de saber tenía una lógica muy distinta. Estos discursos querían saber más del sujeto para poder ejercer poder sobre ellos de formas más eficientes y sistemáticas.
Con la muerte de dios enunciada por Nietzsche, el lugar de la verdad absoluta y de lo sagrado quedo vacío. El discurso positivista con el paso del tiempo logro tomar su lugar, adjudicándose el lugar de productor de discursos de verdad. Se generó una dogmatización de los discursos científicos transformándose en un nuevo culto a la ciencia.
Este nuevo culto se propago rápidamente por toda Europa y a nivel mundial. La denominada ciencia comenzó a apoderarse de todos los dominios de la experiencia humana, con la finalidad de controlar el hacer, el pensar, el sentir y el desear de los sujetos.
Michel Foucault explica en muchos momentos de su obra, como existe una estrecha relación del saber con el poder. El saber construye relaciones asimétricas para con los que no saben, produciendo que por medio de un conjunto de estrategias y técnicas se logre que el otro actué de una determinada forma esperada.
Otro de los espacios en donde se desarrollaron estos discursos de verdad fue en la denominada “Salud Mental”, teniendo a la psiquiatría y la psicología como principales exponentes, construyendo una verdad sobre la locura y la salud.
Estas disciplinas produjeron objetos de estudio, trastornos de la personalidad, trastornos del desarrollo, trastornos sexuales; la locura pasó de ser una experiencia humana a ser una enfermedad mental.
El sujeto enfermo mental se coloca como alguien que hay que rehabilitar, curar y en caso de que su curación falle, hay que encerrarlo. La sociedad no tiene un lugar para él. Hay que recluirlo creando los manicomios y los grandes hospitales psiquiátricos, como el espacio idóneo para ello.
Estos discursos pasan a sustituir a los juicios morales. Ante la imposibilidad de enunciar los comportamientos en base al bien o al mal, se realiza un desplazamiento dialéctico, las nuevas estrategias de enjuiciamiento se establecerán con base en lo sano y lo patológico. Ya no se hablara más de sujetos buenos o malos, se hablara de sujetos enfermos o sujetos sanos, la maldad y la bondad serán vistas como huellas arcaicas de un pasado mágico absurdo.
El psiquiatra se coloca como el heredero del poder pastoral, el sustituto moderno del confesor que fuerza al sujeto a desvelar la verdad sobre sí, sobre sus deseos, sobre su cuerpo, sobre sus pensamientos, para aplicarle las correcciones necesarias con la finalidad de volverlo un sujeto funcional socialmente, adaptado a su entorno y las regulaciones que este le impone.
Tomando en cuenta esto, se puede responder a la pregunta de la legitimidad de los saberes proponiendo la hipótesis de que lo que proporciona la legitimidad a un discurso no es su construcción epistemológica ni la solidez de su argumentación, sino algunos puntos principales que describiré a continuación:
1.- El lugar de enunciación del discurso.
Todo discurso se produce desde un lugar y se enuncia desde la representación de ese lugar. Tomemos como ejemplo a un psiquiatra que aparece en un programa de televisión diciendo que todos aquellos que duermen más de 8 horas diarias tienen depresión, ¿desde dónde argumenta eso?
Para que este argumento se establezca como discurso de verdad el psiquiatra apela, no a su lugar de sujeto, enuncia su discurso desde el positivismo, argumenta lanzando datos de estudios realizados en alguna universidad, análisis estadísticos en un grupo poblacional, apela a teorías genéticas, todo con la finalidad de desmarcar su subjetividad de su argumento.
La legitimidad se encuentra basada en la lógica positivista que considera lo verdadero como aquello que es susceptible de observarse, medirse, describirse, analizarse. Las matemáticas y la medicina han sido los ejemplos más claros del positivismo llevado a su máxima potencia.
Complementario a esto, se juega desde lugar de sujeto portador de saber, al presentar al psiquiatra en el programa de televisión, nos describen claramente que ha estudiado una carrera universitaria, una maestría, un doctorado, apela a legitimidad institucional, al tener reconocimientos oficiales; su saber queda avalado, reconocido, se coloca como un “especialista en el área”, alguien que sabe de lo que habla. Esto produce la asimetría descrita con anterioridad, es alguien que sabe enunciando un discurso ante quienes no saben, produciendo así la situación idónea para el ejercicio de poder.
2.- La forma de enunciación del discurso.
El segundo aspecto a tomar en cuenta es la forma en la cual está construido el discurso de saber enunciado. Todo discurso de saber tiene que estar en relación a las terminologías históricas de un momento en particular.
Esto se puede ejemplificar de una forma muy clara, antes del siglo XIX el discurso médico incluía en sus términos sobre las enfermedades, los humores, la dietética, los caracteres sanguíneos, los líquidos dañinos, los vapores malsanos.
A partir del siglo XIX estas nomenclaturas desaparecieron dando lugar a los virus, las bacterias, infecciones, tumores. Cualquier médico respetable comenzó abandonar esta forma alquímica de ejercer y comprender la medicina para darle paso a este nuevo discurso de verdad.
Estas nuevas formas de explicar lo patológico suponían una trasformación en el comportamiento del sujeto. Se empezó a poner más atención a la higiene, esto obligaba al sujeto a hacer hincapié en las formas de preparar sus alimentos, de conservarlos, la forma de consumirlos, transformó su relación con su cuerpo, con la limpieza, con su aseo.
Sé puede decir entonces que los regímenes de veridicción són históricos, están construidos en base a la intensidad de las fuerzas discursivas que disputan constantemente el lugar de verdad, las fuerzas dominantes institucionalizan los discursos, adjudicándose la verdad y produciendo nuevos sujetos de estudio.
3.- La utilidad del discurso de saber.
Todo discurso que se institucionaliza como portador de una verdad, obedece a una serie de intereses colocados en ellos Tomemos como ejemplo el discurso psiquiátrico. Su forma de operar es simple, por una lado describe de forma amplia y basta, el catálogo de comportamientos patológicos que varían en su intensidad.
Por otro lado describe las formas de rehabilitación recomendadas para cada trastorno en particular, la vía privilegiada de atención se basa en la medicalización del sujeto, se podría argumentar que no hay ningún problema en esto, que los médicos solo tratan de brindarles salud a los sujetos, que el interés fundamental está en el bienestar del sujeto, ¿Pero esto es realmente así?
Para responder a eso se puede pensar en algunos puntos que harían dudar de estas intenciones ‘bondadosas’ por parte de los psiquiatras. Empecemos por el más visible, la relación de los discursos psiquiátricos con las empresas farmacéuticas productoras de medicamentos.
La industria médica obtiene ganancias multimillonarias cada año por la venta de medicamentos psiquiátricos. Cada día crece el número de consumidores de medicamentos en el mundo, un crecimiento que está en una estrecha relación con la patologización de la vida cotidiana del sujeto.
Con cada actualización del DSM se incrementan los trastornos que están ligados a la cotidianidad del sujeto, se patologiza su forma de amar, de beber, de comer, de tener relaciones sexuales, de pensar; de tal forma que el número de sujetos normales y sanos es cada vez menor, la venta de medicamentos aumenta pero la recuperación de los sujetos no. Se les condena en muchos casos a consumir medicamentos de por vida.
Michel Foucault denomina a esto el biopoder. La psiquiatría juega un papel clave en la implementación de las estrategias del biopoder. Controlando los comportamientos del sujeto se puede controlar su vida y su eficacia se logra a partir de su invisibilidad. Ya estamos lejos de ese poder del soberano que mediante decretos controlaba la vida de sus súbditos. El biopoder actúa desde las sombras haciendo pensar al sujeto que está actuando libremente, que es su deseo de estar saludable lo que lo conduce a la antesala del psiquiatría, cuando en realidad son la exposición constante que sufre a estos discursos, así como su miedo a la exclusión social, los motivos que originan su búsqueda de atención.
La medicalización tiene por un lado un interés económico pero por otro lado tiene un interés regulatorio. Se busca darle un lugar a cada sujeto, establecer estadísticas definidas sobre los comportamientos de una población dada para poder ejercer estrategias de poder sobre ellos, lo cual ,en términos simples se definiría como conocerlos mejor para poder controlarlos mejor.
¿Cómo escapar a estas formas de control? ¿Cómo evitar quedar atrapado en estos saberes? La respuesta no es fácil, pero se podrían establecer algunos puntos que pudieran servir como pautas iniciales para desmarcarse de estas formas de saber-poder:
1.- La problematización de lo que parece evidente.
Lo propio de estos discursos de saber y su efectividad se sostienen a partir de su enunciación. Se enuncian como verdades evidentes y fuera de discusión. Es en este lugar donde el pensamiento crítico puede posibilitar una alternativa. Es importante cuestionar y problematizar estas verdades evidentes, analizar de donde proceden estos discursos, que condiciones históricas, económicas y políticas están detrás de ellos. Analizar cuál ha sido el proceso de veridicción que los ha llevado a ser institucionalizados. Al hacer esto, el saber queda desnudado, se logran evidenciar las estrategias de poder, pudiendo así denunciarlas y ejercer formas de resistencia a ellas.
2.- La disolución de los lugares de saber.
Como explique con anterioridad estos discursos se legitiman a partir de su lugar de enunciación. Esto va desde los métodos epistemológicos, así como desde el asumirse como un sujeto que sabe. Una alternativa es ir disolviendo estos lugares de saber, el psiquiatra o psicólogo que acude a un programa de televisión no sabe más de lo que el propio sujeto conoce de sí mismo.
La apuesta se jugaría desde dos vías: por un lado implica una inversión dialéctica, descolocar del lugar del saber a estos “especialistas” para darle el lugar del saber al sujeto. Sólo el sujeto sabe de su deseo, de sus pasiones, por tanto sólo él puede tener la posibilidad de elegir; la posibilitación de la elección en el sujeto, permite negativizar los efectos de estos discursos de saber.
Por otro lado al fortalecer la libre elección de los sujetos, se evidencia las formas homogenizantes que estos discursos producen, las técnicas por las cuales producen sujetos en masa, alienados subjetivamente. La apuesta buscaría producir nuevas formas de subjetivación no basadas en un saber externo sino retomando esta “inquietud de si”.
3.- El fortalecimiento del conocimiento de sí en el sujeto.
La fuerza de estos discursos procede de la inutilización de las habilidades de los sujetos para pensarse a sí mismos. Estos saberes los definen, los alienan. Al estar enajenados de sí mismos se identifican en estas propuestas discursivas, se reconocen como enfermos, como trabajadores, y viven su vida en relación a su trastorno o a su lugar social.
La propuesta está en producir nuevos espacios en donde se puedan problematizar y discutir estas verdades evidentes, pero a la par, producir espacios en donde el sujeto pueda pensarse y reflexionar sobre sí mismo, espacios en donde la relación del sujeto consigo mismo no se establezca por mediación de un discurso externo, si no de su propio discurso. En devolver al sujeto su relación para con la verdad sobre sí, una verdad producto de un proceso de reflexión y análisis y no de un proceso de alienación.
Hasta aquí quedaría está reflexión, dejando abierta la problematización del tema y la discusión de algunas otras estrategias de resistencia y de oposición a estos discursos de poder. Un tema que es difícil agotar en unas cuantas líneas pero que sin duda es importante reflexionar.
Eduardo Contreras Merino.

sábado, 30 de julio de 2016

¿Qué es la libertad?

A lo largo de la historia ha sido común que las personas expresen su deseo de ser libres, dando por sentado que entienden lo que representa el concepto de libertad. Se repiten a sí mismos que anhelan llegar a este estado, sin preguntarse si quiera, si este deseo es en efecto real. Son precisamente esas dos preguntas las que articulan la siguiente reflexión: ¿qué es la libertad? Y ¿en verdad es real el deseo de ser libres?

Principalmente, la ‘libertad’ ha sido entendida a través de su negativo, es decir, se piensa desde su ausencia o privación. Esto nos evoca a sociedades totalitarias, derechos restringidos o inexistentes, o simplemente, la fuerza que coacciona e impide el libre pensar y actuar de los sujetos. Sin embargo, esta manera de ver a la ‘libertad’ termina por ser una idea limitada y, en esencia, conveniente para las estructuras del ejercicio del poder.
Así mismo, la ‘libertad’ también ha sido entendida como un elemento extrínseco al sujeto; algo que se tiene o no, limitado al orden de la posesión. Bajo esta lógica, la ‘libertad’ sólo puede ser dada por otro, que puede ser un sistema jurídico-político, un sistema institucional jerárquico o hasta una estructura de creencias religiosas.
A partir de esta visión, que puede ser calificada de alienante por la evidente cosificación que existe frente a un otro, la sociedad se coloca en una postura pasiva. Se exige que los sistemas de gobierno sean los que proporcionen la mayor libertad, las luchas sociales se fundamentan en una solicitud idéntica, y determinados grupos demandan se les otorgue eso mismo, que se les ha negado. Todo esto lleva a preguntas que resultan fundamentales: ¿por qué esperar que sea el otro el que de la libertad? Y ¿por qué pensar a la libertad como algo que se posee o no?
Para Jean Paul Sartre, el problema no se trata de analizar si tenemos o no ‘libertad’. Para él, “estamos condenados a ser libres”, es decir, da por sentada la existencia de nuestra libertad. Y precisamente por eso, afirma que la pregunta debería ser: ¿qué hacemos con nuestra libertad?



Para responder a esto Sartre inserta algunos cambios en la forma de pensar la libertad. En primer lugar pone énfasis en como la libertad produce responsabilidad. Coloca el análisis en otro plano epistemológico, ser libre implica ser responsable de nuestras decisiones, hacerse cargo de las consecuencias que estas producen, es aquí donde se produce un concepto crucial en la obra de Sartre, el actuar de mala fe.
Para el existen dos vías de relacionarnos con la libertad, por un lado el actuar con responsabilidad, esto implica el asumir que todo lo que acontece en nuestra vida es la consecuencia de nuestras decisiones y hacernos cargo de ellas, sin culpar a otros ni al contexto. Por otro lado estaría el actuar de mala fe, esto se produce cuando el sujeto decide no hacerse cargo de las consecuencias de sus decisiones o incluso, simplemente negarse a elegir. Esto implica cederle al otro la responsabilidad sobre nuestra vida, negar nuestra condición de sujetos y volvernos objetos, esto es actuar de mala fe.
El pensar la libertad desde este enfoque permite evolucionar la problematización de la libertad de conceptualizarla como una posesión, un derecho, a preguntarse más bien sobre el ejercicio que hacemos de ella. A pesar de ser muy tentador el reducir la libertad a un asunto de un mero ejercicio de responsabilidad, caben aquí ciertas preguntas, ¿si todo recaen en el sujeto mismo implica eso que el contexto es irrelevante? ¿La historia entonces no importa?
Michel Foucault dará mucha luz sobre estas preguntas. Para Foucault, la libertad no puede ser pensada más que en un contexto jurídico político, la libertad no puede existir fuera de la ley. En varios momentos de su obra Foucault muestra como la libertad es un concepto que se tiene que pensar en relación a la historia, no se hablaría entonces de la libertad como un concepto universal, se hablaría más bien de la historia de los regímenes de permisión- prohibición dados en un momento histórico en concreto.
Se trataría entonces de construir una historia de las libertades, Foucault se pregunta, ¿porque en algunos momentos de la historia existía la posibilidad de realizar determinadas conductas y en otros momentos esas mismas conductas eran prohibidas? ¿Que es lo que lleva a determinadas sociedad a prohibir o permitir una conducta?
La respuesta solo puede emerger pensando a la libertad como una práctica discursiva,  un dispositivo de poder que se transforma en función de los intereses dominantes del momento histórico dado, con objetivos específicos.
Pensemos por ejemplo en la historia del derecho, en cada sociedad existen un conjunto de leyes que conllevan prohibiciones y permisiones para la población,  en los primeros grupos humanos estas leyes estaban estructuradas en base en un discurso moral, no se hablaba de lo legal o ilegal, sino de lo correcto o incorrecto, lo bueno y lo malo. Con el paso del tiempo el derecho se empieza a construir como un saber que se apropia del uso de la libertad.
Poco a poco el derecho gana fuerza hasta constituirse como el saber designado para administrar el uso de la libertad, se articula como un discurso que en apariencia se aleja del juicio moral, un discurso basado en la producción del bienestar y la cohesión social.
Lo que en apariencia seria una evolución del las estructuras sociales muy pronto se devela como un mecanismo de control. Por un lado nunca queda del todo claro en donde se separa el derecho de lo moral, lo único que se produce es un cambio lingüístico, se deja de nombrar determinadas conductas como incorrectas para ser tipificadas como crímenes.
Pensemos por ejemplo en la sodomía, ¿porque durante muchísimo tiempo e  incluso en la actualidad es considerada un crimen? ¿Cual es el delito en el uso del cuerpo para la obtención de placer? Pensando esto bajo un análisis histórico es imposible no ubicar como lo moral juega un papel clave, las leyes se vuelven la expresión de la moralidad dominante de la época,  podríamos ejemplificarlo tomando como modelo la época victoriana. La moralidad de la clase burguesa se volvió el modelo jurídico de las clases inferiores con una disimetría esencial, para los burgueses los juicios seguían siendo morales, la condena seguía siendo moral, para el resto de la población se vuelve una pena legal. Exige un castigo penal.
Con la construcción de distintas disciplinas humanistas se puede apreciar como giran en torno a la administración de las libertades, se regula el uso del cuerpo, el uso de los placeres, el uso del tiempo, del dinero. Todos estos discursos de saber buscan producir un vaciamiento de poder en el sujeto, quitarle saber al sujeto sobre sí mismo, dirigirlo, en pocas palabras, dominarlo.
Para Foucault la clave del análisis de la libertad se concentra igual que para Sartre en el ejercicio de la libertad, con la diferencia de que en Foucault la libertad es un discurso histórico. Para Sartre la pregunta eje seria ¿que hago con mi libertad?, para Foucault seria ¿que define la libertad? En apariencia pudiera pensarse que son preguntas que implicarían una oposición epistemológica pero si se lleva a un análisis más profundo se puede ubicar que solo se refieren a dos dimensiones del problema, que llamare la microfísica y la macrofisica de la libertad.
Entendamos la microfísica de la libertad como ese espacio en donde se juega la libertad desde cada sujeto, desde el orden de la subjetividad, ese espacio ético que permite al sujeto cuestionarse o no sobre su libertad, sobre su ejercicio y su responsabilidad.
La macrofisica de la libertad estaría construida en el punto donde se inserta lo social, en ese lugar donde la libertad se estructura como un discurso y que atraviesa la subjetividad del sujeto, le construye imaginarios sobre lo que es la libertad y limitaciones a esta.
Aunado a esto estos dos autores nos muestran dos facetas del sujeto, por un lado Sartre nos muestra que el sujeto tiene un terror a ser libre, por ende construye instituciones encargadas de administrar su libertad, de cosificarlo, insiste constantemente en vaciarse de esa pesada carga que es la libertad y el hacerse cargo de sí.
Por otro lado Foucault nos muestra esta tendencia del sujeto a ejercer poder sobre otros, este amor y fascinación por el poder que caracteriza al sujeto, nos muestra cómo opera este ejercicio de poder que busca coaccionar la libertad del otro, la evolución que tomo a lo largo de la historia de ser una coacción por medio de la fuerza a una coacción velada.
Llegados a este punto es donde se muestra claramente el conflicto esencial del sujeto en tanto el uso de su libertad, un deseo de ser libres y un contexto que busca que renuncie a su libertad, se podría problematizar este conflicto desde la siguiente vía, el conflicto entre el deseo y la ley.
Durante mucho tiempo se nos ha dicho que el deseo solo existe en relación a la ley,  varios psicoanalistas han reforzado esta idea binaria, son los técnicos del deseo, intentan convencernos que solo estando dentro de la ley es como se puede desear. Construyen otra forma de intentar legitimar el discurso moral y jurídico.
Esto llevaría a una  serie de preguntas, ¿solo se puede desear lo permitido? ¿El desear lo prohibido es signo de una patología como nos quieren hacer creer? Para responder a estas preguntas es necesario insertar aquí un nuevo elemento, la transgresión.
Ejercer la libertad produce intrínsecamente una transgresión al otro, elegir transgrede discursos sociales, subjetividades personales, sentimientos. Pongamos un ejemplo concreto, imaginemos una mujer y un hombre sentados en un café charlando, el hombre la toma de la mano indicándole una cierta atracción e interés sexual o amoroso en ella, ante esta situación la mujer tiene múltiples, opciones, rehusarse a elegir, permitir que el hombre sostenga su mano pero no posicionarse al respecto, es decir actuar de mala fe. Por otro lado al elegir estaría transgrediendo algo, rompiendo un límite, si accede a la demanda amorosa del sujeto estaría transgrediendo su situación previa no sexual izada, más cargada de amistad por así de decirlo, si decide retirar su mano y  rechazar la demanda amorosa estará transgrediendo el deseo del otro.
Es precisamente en este punto donde se unen estas dos propuestas de pensar la libertad, por un lado los discursos de libertad nos dirían que hacer con nuestra libertad, buscarían limitarla siempre en función de un contexto social dado, pero el ejercer la libertad implica una acción transgresora a estos discursos, implica un ejercicio de cuidado de sí que apueste por conocer sobre nuestro deseo, sobre nuestro ser, renunciar a la idea de que nuestra vida está determinada por limites exteriores y pasar a asumir una postura ante la vida en donde asumamos la idea de que estamos solos, que nadie puede desear o ser libre por nosotros, asumir que este ejercicio de transgresión al otro llevara consigo perdidas.
Uno de los efectos de esta forma de administrar la libertad es la de producir sujetos dóciles, temerosos de lo que desean y de su libertad, una de las posibles estrategias está en la transgresión ética, aprender a ser sujetos transgresores, históricamente se ha considera la transgresión bajo un aspecto negativo, ligado al libertinaje, al ejercicio de poder, pero la transgresión puede ser usada como un ejercicio de libertad si se liga a una estructura ética definida.
Transgredir no es sinónimo de violentar, ni de dominar, transgredir implica un acto de autorizarse a ser libres, un acto de ejercicio de cuidado de sí que permite al sujeto hacerse cargo de si, de su deseo y de las implicaciones de este, en conclusión, debemos pasar de ser una sociedad auto regulada a ser una sociedad éticamente transgresora, que permita la producción de sujetos libres y responsables de sí mismos.


Eduardo Contreras Merino.

jueves, 28 de julio de 2016

¿Qué es ser consumista?



Constantemente se hace alusión al término de consumista, por parte de un cierto sector de personas (incluyéndome) en referencia a una determinada forma de actuar de un grupo de la población para quienes su mayor satisfacción existencial pareciera estar en relaciona  la cantidad de objetos que poseen. A una necesidad de consumir productos, obtener lo más nuevo en tecnología,  saturar las plazas comerciales, tener autos, televisiones etc.
Existen múltiples análisis sobre los factores que llevan a un sujeto a verse inmerso en la necesidad consumista, las conclusiones son expresadas desde distintos campos epistemológicos, por ejemplo, para el psicoanálisis el consumismo está en una estrecha relación con el vacio generado por la insatisfacción pulsional, el sujeto coloca la libido en los objetos en vez de los sujetos buscando así satisfacciones parciales como un modo de negar su falta.
Desde la perspectiva del análisis económico  de corte marxista, el consumismo esta en relación a lo que marx denomina, el fetichismo de la mercancía, una forma de relación del sujeto con el objeto ligado al valor de la cosa,  la cosa tiene un valor por sí misma,  un precio,  producen una enajenación del sujeto para con otros. A diferencia de un modelo económico basado en el intercambio de bienes, en donde el sujeto se relaciona con otro sujeto, en el capitalismo se trata con un costo, es decir con dinero, el dinero pasa a ser el objeto deseado por excelencia, a mayor dinero mayor posibilidad de acumulación de objetos, lo cual conlleva a una necesidad de acumulación de capital.
Otra de las causas evidenciadas por múltiples autores, tiene que ver con la alienación del sujeto a la ideología capitalista, la absorbe sin cuestionarla, se le educa en ella desde que es niño y aquí es donde emergen algunas preguntas,
1.    ¿El consumismo es una forma ideológica cuya praxis misma esta reproducida por los sujetos consumistas?
2.     ¿Se puede considerar al consumista un sujeto?
3.    ¿Hay forma en esta sociedad de no ser consumista?
Para responder a la primera pregunta es necesario analizar que es la ideología,  esto se abordado por un sinnúmero de autores, pero se pudiera intentar definirla como un conjunto de discursos de verdad que se reproducen en un contexto histórico determinado y que tiene como finalidad la producción de determinadas formas de subjetivación y de comportamiento de una población en relación a intereses de determinadas clases sociales como vía de ejercicio de poder y dominación. Para aterrizarlo en el tema en cuestión nombrare algunos de estos discursos de verdad que el capitalismo reproduce.
1.    La relación ser-tener.  El capitalismo constantemente lanza el mensaje que el  ser esta en el tener, Sartre nos decía, la existencia precede a la esencia, es decir primero se existe y después a partir de un proceso de reflexión personal y de asumir la condición de libertad emerge el ser. El capitalismo toma como base esta premisa pero la transforma, para el capitalismo primero se existe y en base a la posesión de objetos adviene el ser.
Esto lleva a una nueva forma de construcción del sujeto, la sociedad refuerza esto produciendo modelos de identificación en base al tener, lanza revistas en donde aparecen en portada personas que poseen autos, viajan, usan la mejor ropa, produciendo un deseo aspiracionista en la población, un deseo condenado a ser insatisfecho porque solo nos muestran la fachada, la imagen. Nos venden una imagen de completud pero nunca nos muestran la falta detrás de eso, el sujeto se enajena buscando su ser en el consumo de objetos, para darse cuenta que siempre necesita tener más, que nunca es suficiente.
2.    La relación del placer con los objetos. En medio de esta cultura capitalista, el placer comienza a ser algo ajeno al sujeto, el placer se sitúa en los objetos,  el consumo promete una sensación de satisfacción en el consumidor pero es una satisfacción momentánea, y aquí llegamos al mayor logro del capitalismo a nivel ideología, el lograr hacer una igualdad entre el deseo y el consumo. La gente quiere cosas, y la ideología los convence de que ese es un deseo autentico, que la satisfacción obtenida por tener un buen auto, usar buena ropa, una televisión etc.
Este falso deseo de acumulación, esta generado por el deseo de cubrir esta falta de la que hable antes, mientras más rodeado de objetos se encuentre el sujeto mayor posibilidad de  sentirse completo, al costo de generar una necesidad de placer parcial que se traslada a su contacto con otros humanos, a los que empieza a ver como un objeto mas de consumo y deshecho, y solo como una vía de obtención de satisfacción.
Esto lleva a que las personas acumulen objetos, que aquella cosa tan deseada al cabo de un tiempo de adquirida deje de ser interesante, se abandona y se acumula. En “el nombre de la rosa” esa gran novela escrita por Humberto Eco se hace una muy buena reflexión en torno a este tema, en la trama hay un punto en donde se hace evidente una disputa entre dos facciones de monjes en torno a la posesión de bienes de la iglesia. Por un lado los jesuitas que mantienen la postura de que los bienes están para usarlos, no para acumularlos, del otro lado se encuentran los monjes que no ven con malos ojos la acumulación de dinero o bienes por parte de la iglesia.
El debate entre estas dos facciones es de orden ontológico y ético,  por un lado se preguntan ¿para qué son los bienes? ¿Para usarlos o acumularlos? La respuesta a estas preguntas encarna la diferencia entre la ideología marxista y capitalista, para los marxistas y los jesuitas, los bienes están para usarlos no para acumularlos, en tanto se genera un excedente de bienes, sobreviene la explotación de otros y la injusticia social. Para el capitalismo la respuesta es clara, los bienes están para acumularlos, y en tanto más bienes se tengan más goce y placer se tendrá.
En el orden del debate ético,  la discusión se formulara en torno a si es ético acumular bienes sin uso privando a los demás de gozar de ellos. Los jesuitas responden que no es ético acumular bienes ya que esto lleva a una corrupción del ser y del espíritu, se genera codicia, el uso del poder, la dominación de los semejantes,  generando un mundo en donde lo más importante es uno mismo sin tomar en cuenta las necesidades de los demás.
La respuesta de la otra facción será devastadora, acaban aludiendo al derecho, al ser representantes de la iglesia y por ende de dios, se encuentran en legítimo derecho de acumular objetos o dinero, sin riesgo de caer en una conducta antiética. Esta respuesta será la que el capitalismo retomara posteriormente para construir su modelo del consumismo. Ya no es dios quien da el derecho de eso, el derecho pasa a ser medido en relación al dinero, quien más tiene esta en su legítimo derecho de acumular tantos bienes como le plazca, al construir una ideología basada en que todos tienen las mismas oportunidades el que acumula mayor capital adquiere por tanto mayores derechos.
Algo que pudiera ser cuestionado seriamente se vuelve algo del orden jurídico-político, al eludir los problemas éticos queda vía libre al consumo sin culpa.

Esto nos lleva a responder la segunda pregunta eje planteada en este texto, ¿es el consumista un sujeto? Iniciemos  señalando un punto crucial desde mi perspectiva. Uno de los errores más frecuentes que se tienen en el análisis del consumismo radica en considerarlo algo así como un vicio, como una especie de adicción, se coloca a los consumistas como los malos, es decir se hace un análisis moral del asunto, se realizan juicios en tanto lo correcto o lo incorrecto de esa práctica. Se construye una idea de que lo buen y lo bello radica en poder resistirse a la tentación de acumular mercancías, o en el abstenerse de consumir determinados productos de corporaciones multinacionales con la lógica de crear una transformación social.
Esta forma de moralización del problema construye bandos, pero arroja pocas perspectivas sobre la condición de sujeto o ausencia de esta en un consumista. Sacando del análisis lo moral, empecemos definiendo lo que es un consumista en base a todo lo anterior mencionado.
Definámoslo  como una forma de existencia en una sociedad y contextos dados que se caracteriza por una necesidad de adquirir productos o bienes a partir de una identificación alienada con una ideología que sustenta su praxis.
Tomando en cuenta esta definición, me aventurare a responder que el consumista no es un sujeto, no lo es por varias razones.
A)   El consumista se encuentra alienado a una ideología la cual no cuestiona, la reproduce hasta el cansancio sin tener un sentido claro de sus acciones.
B)   Su existencia está basada en la necesidad de gratificación, no hace el paso al deseo, el deseo se encuentra oculto en el, reprimido.
C)   La praxis misma lo enajena del la sociedad, volviéndolo un personaje apolítico, ausente de participación y de inclusión en los asuntos de su comunidad tornando su existencia en una competencia salvaje en pos de la acumulación sistemática de bienes y capital.
D)   No hay un análisis ético de su comportamiento, pensando la ética no como una forma de juicio moral, sino como una forma de conocerse a sí mismo y de construir una forma de vivir que este en relación a la belleza. El consumista no se conoce a sí mismo, no sabe de su deseo, de su ser, es un ente obediente que reproduce lo que percibe.
Por último retomemos la tercera pregunta eje de esta reflexión, ¿se puede no ser consumista? La respuesta a esto podemos hacerla retomando esa discusión del nombre de la rosa, el problema mayor del consumismo no está en la adquisición de bienes, se encuentra en la acumulación de estos y en la irreflexión de la decisión del consumo.
En la medida que logremos apelar en primer lugar a una reflexión en torno al sentido de consumir productos estaremos alejándonos de la alienación, en la medida que nos conozcamos mejor y sepamos mas de nuestro deseo, dejaremos de depositar nuestro ser en la acumulación, viviremos sin temor a ocultar lo que somos.
Por otro lado en la medida en que se logre trasladar esta ansiedad y hambre de objetos, por un deseo de vivencias, de experiencias colectivas, se pase de una existencia meramente contemplativa a una existencia activa y participativa la necesidad de consumo será reducida simplemente al uso, al fin y al cabo queda la pregunta, ¿el dinero es un medio o un fin? La respuesta a esto define en una parte nuestro ser.
Eduardo Contreras Merino.



martes, 31 de mayo de 2016

Los peligros de las redes sociales.

Nos encontramos en una época histórica en donde la línea que separa lo público de lo privado es cada vez más difícil de definir,  con el surgimiento de las redes sociales  la vida pública empezó a ganar terreno sobre la vida privada.
Actualmente se sabe mucho sobre una persona tan solo revisando su perfil de facebook  o su twitter,  se sabe sus preferencias, los lugares que ha visitado,  su forma de ver la vida, sus relaciones personales, todo esto se ha vuelto de dominio público.
Lo interesante a analizar de esto es preguntarse  ¿Por qué alguien elige sin necesidad de ser obligado a volver su vida algo de dominio público? ¿Qué factores históricos y subjetivos han generado este cambio en las dinámicas de relación humanas?
A lo largo de este pequeño ejercicio de reflexión analizare algunos factores que considero esenciales para comprender el porqué del éxito de estas redes sociales y la dependencia que generan entre los usuarios.
A)     La necesidad de reconocimiento.  Jaques Lacan decía que toda demanda es demanda de amor,  las redes sociales explotan esta necesidad de amor en el sujeto de forma evidente,  pensemos en la forma en la cual está estructurado facebook, la plataforma da la posibilidad de compartir con tus “amigos” una serie de publicaciones que reflejan (o al menos eso piensan quien las publica) la personalidad de cada uno de los usuarios.  Estas publicaciones  tienen como característica principal el hecho de que pueden ser juzgadas por los demás usuarios, para ello opera un botón de me gusta,  este botón  permite que la red social construya nuevas formas de aceptación o exclusión entre los usuarios. Quien acumula muchos me gusta se considera alguien más popular,  genera en el sujeto una sensación de reconocimiento, de aceptación.  Esto a su vez produce más solicitudes de amistad, tener mayor cantidad de “amigos” y aumenta la sensación de ser amado, el problema fundamental es la artificialidad de este proceso,  personas  pueden tener  1000 contactos pero de los cuales solo tienen una relación de convivencia con 3 o 4, volviéndolo  no tanto una forma de establecer relaciones con los integrantes de la red, sino más bien un concurso de popularidad,  lo cual se enlaza con el siguiente punto a desarrollar.
B)      Los procesos de alienación que producen las redes. En el punto anterior había indicado como se transforma el uso de estas redes en función de la popularidad y la aceptación, esto nos lleva a la siguiente pregunta, ¿Qué es lo popular? Y aquí es donde entra la trampa, la red construye formas de alienación del  usuario, establece los criterios sobre lo que es aceptable o inaceptable, lo que es popular y lo que no, esto en base a los intereses de los discursos de poder saber, intereses económicos y políticos. La red premia a aquellos que publican lo socialmente aceptado, los discursos dominantes y castiga a aquellos que publican lo socialmente incomodo, o discursos alternos a los dominantes. Esto va produciendo una alienación en el sujeto, le crea una falsa conciencia sobre sí mismo y sobre su realidad, poco a poco va borrándose su personalidad, su ser, para convertirse en un producto en masa que comparte lo que demás comparten, se anula la diferencia y se masifican los procesos de subjetivación. La red se vuelve un mecanismo de control sobre la subjetividad, pero bajo la ilusión de que es lo opuesto.
C)      La apología al consumismo.  En el punto anterior explique la forma en que la popularidad esta en relación a intereses externos al sujeto, uno de ellos y quizá el más importante es el de reproducir la ideología consumista,  analizando los patrones de éxito o fracaso de ciertas publicaciones se nota de forma muy clara una tendencia a reforzar las publicaciones que tienen que ver con el consumismo, se publican los objetos que se compran,  lugares que se visitan, hay una tendencia a generar una competencia salvaje para ver quien posee más cosas, quien va a los mejores lugares, quien viaja mas. Se dejan de lado las expresiones autenticas del ser, para mostrarnos entes alienados a sus posesiones,  esto a su vez produce formas de exclusión y elitismo que se reproducen en la vida cotidiana del sujeto.
D)     La despersonalización de las experiencias.  En estas redes nos encontramos frecuentemente fotos y vídeos compartidos que muestran experiencias vividas por los sujetos,  pero aquí cabria preguntarse algo muy relevante, ¿viven esas experiencias por deseo, o por el acto de compartirlo en las redes y buscar reconocimiento? Es cada vez más común esta despersonalización de las experiencias,  el sujeto actúa como si la vivencia no existiera si no es publicada, o pierde su valor si no es una publicación exitosa. Se genera un vacío en la intensidad del acto de vivir lo real, para darle paso a una experiencia virtual,  este acto de compartir lleva a que el sujeto se enajene de la vivencia en la que está inmerso para estar más al pendiente de la vivencia virtual, de los me gusta que tuvo su foto, los comentarios que le han puesto, deja de vivir el momento y el goce esta en ese momento posterior a la publicación, esto produce que nos encontremos ante legiones de sujetos que viven para las redes, su deseo se vuelve un deseo del otro, una necesidad de validación de su deseo y de sus vivencias, alienándolo irremediablemente.
E)      La pérdida del lenguaje.  Las redes como twiteer ponen un máximo de caracteres que se pueden escribir en una publicación,  apelando a una comunicación cada vez menos capaz de establecer metáforas privilegiando la literalidad del mensaje. Al ser sujetos simbólicos el reducir la posibilidad de la metáfora afecta directamente a la capacidad de abstracción y percepción de la realidad, se percibe desde lo literal, incapacitando al sujeto de captar los deslizamientos de sentido presentes en el lenguaje, volviéndolo una presa fácil de la manipulación ideológica. El segundo efecto significativo que se produce es la trivialización de las discusiones sobre diversos temas, al no poder hacer uso de un lenguaje más extenso se apela a la doxa, es decir a la opinión, dejando de la lado la episteme, el conocimiento. Los usuarios de las redes intentan en dos renglones definir temas sobre los cuales se han escrito libros enteros, se genera una idea de falso conocimiento y ante el pretexto de la tolerancia se produce el efecto de que personas que no tienen conocimientos sobre algún tema demanden que sus opiniones tengan la misma validez que las de alguien que lleva estudiando años ese mismo tema,  se vuelve un espectáculo en donde lo menos relevante es la verdad, sino quien recibe más me gusta en sus comentarios.
F)      El aislamiento del sujeto. Las redes generan una falsa idea de cercanía entre sus usuarios, al estar conectados y charlar vía el chat del facebook por ejemplo, se da una falsa idea de presencia,  de profundidad en las relaciones,  pero paradójicamente produce el efecto opuesto, un aislamiento del sujeto, ya no necesita ver al otro con el cual tiene contacto, se sabe todo de él viendo su perfil, toda la información se tiene abriendo una ventana de algún dispositivo, produciendo un alejamiento del sujeto y los otros, se articulan incluso formas de erotismo virtual, de coqueteos, una erótica de lo imaginario que genera relaciones que están más del lado de la fantasía,  y que generan satisfacciones parciales, se niega la realidad de que al final el sujeto esta solo frente a una pantalla.
Para finalizar diré que aunque estos peligros son muy reales, el uso de las redes sociales siguen dependiendo enteramente del sujeto, cada uno puede ejercer un proceso de reflexión que lo lleve a librarse de esa falsa conciencia y esa alienación, puede utilizar las redes de un modo que permitan generarse otras posibilidades de comunicación y de relaciones sociales, la decisión está en cada uno.

Eduardo Contreras Merino.