jueves, 28 de diciembre de 2017

La explotación del miedo como forma de ejercicio de poder y de dominación.

El terror forma parte intrínseca de los sujetos, es una emoción que  se alimenta de otra que es la del miedo, desde los inicios de la historia se encuentran sinnúmero de ejemplos de situaciones terroríficas para los humanos, el miedo produce mucha angustia la cual a su vez produce que el sujeto se inserte en un estado alterado de conciencia de y su percepción de la realidad cambie, se retuerza y se vuelva muy complicado que tome las mejores decisiones.

Para iniciar esta reflexión habría que partir por una pregunta clave, ¿Qué es lo que nos produce terror como sujetos? Para responder a esto habría que analizar las mecánicas del terror que están presentes en múltiples formas culturales dentro de nuestra sociedad,  podríamos identificar dos fuentes claras de miedo y angustia en los sujetos.

En primer lugar está el miedo a lo desconocido, un miedo a lo que el sujeto no puede explicar, aquello que no conoce, este miedo se encuentra  articulado directamente con el saber, a mayor desconocimiento de la realidad, a mayor desconocimiento del mundo se potenciara el miedo,  aunque no podemos llegar a conocerlo todo, siempre existirán áreas de desconocimiento sobre nuestra experiencia humana, por ende el miedo a lo desconocido será algo que estará presente siempre en nuestra vida.

La segunda fuente de miedo en los humanos radica en el miedo a lo conocido pero que se puede salir de control, aquello que se conoce, que se tiene una explicación pero que se considera algo volátil,  algo difícil de controlar y que fácilmente puede tornarse en contra de nosotros.
Para combatir estos miedos el hombre se ha buscado refugiar en dos sistemas ideológicos como forma de calmar su angustia,  por un lado en la religión como forma de acallar aquello que no puede explicar atribuyéndoselo a una voluntad divina, a una inteligencia o poder superior e inentendible.

Por otro lado construyo la ciencia como forma de lograr un conocimiento  de aquellos fenómenos presentes en su experiencia, la ciencia opera así como una forma de calmar la angustia del sujeto construyendo verdades universales y a partir de finales del siglo 19 comienza a construirse como el principal discurso productor de verdad, el cual define lo que es real o imaginario, lo que es verdadero o falso,  brindándole al sujeto una calma artificial sobre muchos eventos de su vida.

Ambos discursos han apelado a brindar un espacio de seguridad en el sujeto, apelan a calmar la angustia pero como todo sistema ideológico, acaban produciendo sistemas de control y dominación a partir de la enunciación de sus verdades universales e incuestionables.

Pensemos por ejemplo en el periodo histórico en donde la iglesia domino y controlo la forma de vivir de los sujetos, construyendo todo un aparato de vigilancia y de encauzamiento que Michel Foucault denomino como poder pastoral, esta forma de guiar la conciencia de los sujetos, en un primero momento únicamente a partir de un discurso ideológico pero que poco a poco se transformo en instituciones de control de vigilancia como la inquisición.

Es fácil caer en la tentación de realizar un análisis simple y pensar que este dominio se articulo principalmente por la fuerza de las instituciones religiosas que exterminaban a aquellos que no seguían sus preceptos o cuestionaban sus verdades universales, pero hagamos un análisis más profundo y pensemos, ¿Cómo obtuvo la iglesia esa capacidad de ejercer poder y dominación?

La respuesta a esta pregunta es simple, obtuvo esa capacidad de ejercer poder porque el sujeto hizo una renuncia a su ejercicio de poder por miedo, uno de los temas recurrentes con los que el humano tiene que vivir su existencia es la muerte, el fin de su existencia, ante este terror y angustia creo la religión, creo sus preceptos religiosos, sus leyes, sus verdades, su forma de vivir, de pensar, con la promesa de una continuación de la existencia, con la promesa de que la muerte no es el fin de todo,  con el deseo de trascendencia.

La creación de estas formas ideológicas fue el triunfo del miedo ante la posibilidad de soportar la angustia, este miedo a la muerte, a la locura, a la enfermedad, es lo que lleva siempre a los sujetos a renunciar a su poder, a su libertad con tal de tener certezas que le permitan tener seguridad, una cierta certeza aunque sea artificial.

Encontramos así una dialéctica muy clara entre el miedo y la seguridad, entre el  miedo y el control, el sujeto está dispuesto en la mayoría de las ocasiones a ceder su libertad con tal de una promesa de seguridad, de tranquilidad, esto no es algo que pasara desapercibido por ciertas clases dominantes para construir determinadas estrategias de ejercicio de poder y dominación, el terror pasa a ser así una forma muy clara de ejercer control sobre una población, el terror se vuelve una herramienta clara y muy efectiva de ejercer poder en las sociedades modernas.

Estas estrategias de poder explotan esos dos miedos fundamentales, pero los transforman, les dan formas especificas, crean miedos concretos, el miedo a lo desconocido se transforma en el miedo a la otredad, en el miedo al otro desconocido, a aquel que se comporta diferente, que piensa diferente, pasa a ser una amenaza, un enemigo al cual hay que exterminar, esto legitimo durante mucho tiempo y sigue legitimando el imperialismo, se construyen discursos de terror que buscan producir que el sujeto acepte medidas inaceptables como forma de cuidar su seguridad, su estabilidad, su comodidad.

Ejemplos de esto sobran, el más actual está en la forma en la que se ha estigmatizado la figura del musulman, colocando como el enemigo número uno de la libertad mundial, como un monstruo cuyas ideas arcaicas lo llevan a ser extremista, a tener una visión del mundo errónea, absurda, falsa,  y que por ende es un enemigo al cual hay que exterminar e imponerle la verdad ya que de no hacerlo se corre el riesgo de ser exterminado, de ser aniquilado, de ser vulnerado en la comodidad y cotidianidad de nuestras vidas.

Pensemos en la figura del criminal, un sujeto construido por discursos de saber poder, y que tiene un uso muy claro para la legitimación de mecanismos de vigilancia y control en una sociedad, ¿si no existieran los criminales para que necesitaríamos a los policías? El miedo depositado en la figura del criminal es lo que da la posibilidad del establecimiento de estas medidas de control dan lugar a la construcción de instituciones encargadas de la administración de los miedos de la población, encontramos así las iglesias, policía, el ejercito, los manicomios, cárceles, instituciones que poco a poco van quitando partes de la libertad del sujeto, lo van vigilando mas y controlando más, hasta llegar a instituirse como la forma adecuada y buena de vivir,  actualmente para una gran mayoría de personas, sería impensable la idea de una sociedad sin policía, la percepción es que a mayor número de policías la seguridad es mayor, sin darse cuenta que la figura del policía en esencia es un fracaso en el control de sus miedos, es el fracaso de hacerse cargo de su seguridad, de asumir su libertad.

Encontramos entonces un proceso claro del cual se sirven las estrategias de ejercicio de poder, en primer lugar está el conocer al sujeto, sus miedos, segundo paso es el de construir discursos de verdad que intenten darle tranquilidad al sujeto, tercer paso, construir figuras que encarnen esos miedos para generar un estado de angustia y de miedo en la población, por ultimo producir instituciones encargadas de el combate a esas figuras amenazantes como forma de garantizar la seguridad de la población.

Cada uno de estos pasos tiene su sistema de reglas, su forma de operar, un juego de permisiones y prohibiciones que van minando la capacidad de construir un criterio propio en el sujeto, analicemos brevemente esto.

Una vez que se identifican los miedos de una población comienza la construcción de los discursos de verdad, estos van modificándose históricamente y a partir del contexto donde son producidos, se genera un esquema discursivo en donde que se ha articulado de distintas formas, lo bueno y lo malo, la salud enfermedad, lo normal y lo anormal, lo legal o ilegal, estos discursos se traducen en formas de comportamientos aceptables e inaceptables por parte de los sujetos, nos encontramos así con los fieles y los pecadores, los cuerdos y los locos, los ciudadanos y los criminales, etiquetas determinadas por su forma de vivir pero que están determinadas por intereses de las distintas clases dominantes. Una vez instauradas estas selecciones se inicia la operacion de las instituciones creadas para la administración de estos sujetos, instituciones legitimadas para matar, encerrar, medicar, rehabilitar a ese anormal, el sujeto tiene así dos opciones, comportarse acorde a lo que todo este aparato le recomienda hacerlo o transgredir estos sistemas asumiendo la consecuencia que implica,  se reduce a autodeterminarse y pagar el precio del castigo, o obedecer y tener tranquilidad y seguridad.

Entramos entonces al punto álgido de la reflexión, y que se traduce en una pregunta muy clara, ¿Qué preferimos?  ¿Seguridad a cambio de perder libertades o libertades a cambio de perder seguridad?

El principal problema aquí radica en que la mayoría de los sujetos ni siquiera acceden a plantearse esta pregunta, para ellos el mundo es así, lo ubican como el orden natural, no se plantean la posibilidad de que es su miedo lo que produce esta organización social, los miedos producen monstruos, cada uno es libre de elegir seguridad o aprender a vivir con miedo, es una elección que no está en cuestionamiento, lo que sí se puede cuestionar es la forma de nombrar esa elección, es aprender a nombrar las cosas como realmente, son, comenzare cuestionando la idea de seguridad.

La seguridad se plantea normalmente como una forma de reducir los riesgos, como una forma de control sobre los posibles accidentes de la vida, la prevención de circunstancias desagradables para el sujeto. Esto llevaría a una pregunta clave, ¿todos los riesgos son malos?

Pensemos por ejemplo en un sujeto que trabaja en una corporación la cual le brinda un sueldo mensual, esto en apariencia le provee seguridad, le provee una constancia de flujo de dinero, le permite hacer planes, tener cierta estabilidad económica,  esto lleva al sujeto a desarrollar una dependencia de ese empleo, una dependencia de esa estabilidad, a construir la ilusión de seguridad. Esta idea no sería posible sin su contraparte, los discursos que constantemente le hablan de la inestabilidad económica, de la gente que está en pobreza, de la gente sin empleo, esto construye miedo, este miedo hará que acepte reducciones de sueldo, incremento de sus jornadas de trabajo, malos tratos, ser explotado, con tal de no perder su empleo.

Aquí el riesgo se traduce en algo muy simple, no tolerar la explotación con la consecuencia de perder el empleo y esta seudoseguridad o la de mantener la fantasía de seguridad y renunciar a sus derechos y como hemos comprobado, gana la segunda opción en la mayoría de los casos, el miedo triunfa, el miedo al desempleo, a la muerte, a la locura, a la perdida, somos una sociedad miedosa, cobarde, que se atemoriza ante las consecuencias de vivir.

Esto es lo cuestionable, no es malo tener miedo, es algo lógico, el miedo nos ayuda a protegernos, a cuidarnos, pero cuando dejamos que el miedo nos domine perdemos autonomía, ser libre implica a aprender a vivir con ese miedo, con la angustia de que no existen certezas en este mundo, aprender a vivir con la idea de que somos sujetos finitos por ende moriremos, que vivir implica arriesgar, que el riesgo es la única forma de aspirar a un cambio, que la pérdida es parte inevitable de la vida, hacer implica siempre una perdida, elegir implica perder posibilidades pero esa es nuestra tragedia humana, esa es nuestra existencia.

Ningún discurso, ninguna institución puede protegernos de nosotros mismos, de nuestros miedos y de los monstruos que cada uno produce, aprender a vivir en libertad implica aprender a vivir en la incertidumbre aprender a renunciar a la idea de control, pero sobre todo implica coraje, valor, vencer los miedos que nos paralizan y que nos hacen delegar nuestras propias responsabilidades en los demás, dejar de nombrar la seguridad como seguridad para nombrarla como lo que es, cobardía, falta de valor para vivir, en la medida que aprendamos a tolerar el miedo, a enfrentarlo estaremos más de lado de la libertad, mientras sigamos atrapados y dominados por los miedos seguiremos produciendo monstruos e instituciones de control que nos privaran de la libertad con tal de protegernos de nuestra cobardía.

Eduardo Contreras Merino.
 Psicoanalista. Contacto al teléfono 5523275307.

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