El
mercantilismo es una ideología económica que surge en occidente en el siglo XVII y que rompe con la representación de la economía en siglos anteriores, el
impacto de esta transformación está presente aun en nuestros días ya que muchos
de sus preceptos se siguen reproduciendo, en este texto mostrare algunos de
estos discursos ubicando sus efectos en las relaciones subjetivas entre las
personas y hacer visible como esta transformación en la forma de percibir la
economía ha producido a su vez un nuevo tipo de sujetos que generan formas de
relación específicas para con su deseo y para con los otros.
Antes
del mercantilismo la percepción en relación a la economía y a la moneda pasaba
por su relación especifica con el valor del metal que la constituía, la moneda
era a su vez un signo que representaba un determinado valor dado por un
gobierno pero a su vez su valor estaba determinado por el metal en que estaba
forjada, a mayor existencia de ese metal la moneda tenía un valor bajo, ante la
carencia del metal en que estaba forjada aumentaba su valor de forma
significativa, la carencia o ausencia de metales a su vez producía un aumento o
descenso de los precios y el concepto de riqueza estaba representado más por la
posesión o carencia de metales y su circulación en el mercado que del valor
simbólico de la moneda.
El
mercantilismo rompe con esta concepción de la economía para colocar como eje
fundamental la función simbólica de la moneda y sus efectos en los intercambios
comerciales, en el mercantilismo el valor de la moneda dejara de estar en
relación al metal de su forjacion para ser definido exclusivamente a partir de
ciertas dinámicas del intercambio comercial,
empezara a ser pensada en tanto la capacidad de adquisición que la moneda
tenga, esto genera una serie de interrogantes que buscan definir y comprender
cuáles son esas leyes que definen el intercambio comercial en las sociedades, ¿Qué
permite que se produzca el intercambio comercial? ¿Qué determina el valor de
las mercancías? La respuesta a la primera pregunta lleva a occidente a
replantearse sus procesos económicos pero a su vez la misma estructura de sus
sociedades, surgen conceptos como la oferta, la demanda, la carencia el
excedente, la ganancia, los costos de producción, de transportación, estos
conceptos comienzan a definir las dinámicas comerciales , le dan forma a lo que
más adelante será el liberalismo económico, la respuesta a la segunda pregunta
lleva a un análisis de otro orden, enfocado al deseo y la percepción humana, la
economía mercantil pasa a ser una economía de los deseos también.
Este
proceso de desarrollo de la economía de los deseos parte de una pregunta
esencial ¿Qué es lo que puede producir el intercambio comercial? Surge una
primera respuesta básica ante esto, la lógica es que el intercambio comercial
se produce en tanto alguien en la sociedad tiene un excedente de un objeto y
otro tiene una carencia de ese objeto, pero pronto se ve que esto no define de
forma satisfactoria el intercambio comercial, aquí es donde encaja el deseo,
ese otro carente del objeto susceptible de intercambio debe tener un deseo por
ese objeto, un interés que lo lleve a intercambiar dinero por él, esto lleva a
formular una siguiente pregunta epistemológica, ¿Qué es lo que genera deseo en
los humanos? ¿Qué propiedades debe tener un objeto para ser un objeto de deseo
en la sociedad? Y por último ¿Cómo determinar el valor de esos objetos de deseo
en un intercambio comercial para producir una economía y un comercio
sostenible? Estas son las inquietudes del siglo XVII que irán mutando para
perfeccionarse con el liberalismo económico, dos ejes fundamentales que se unen
constantemente, la preocupación por comprender el funcionamiento de las relaciones
comerciales y el construir un saber, control y desarrollo de una economía de
los deseos. Si se pudiera definir de una forma simplificada se podría decir que
la inquietud a partir del siglo XVII en adelante en occidente consistirá en responder
una pregunta clave ¿Cómo se puede mercantilizar el deseo humano?
Los
diversos discursos que se articularon para responder a estas inquietudes es lo
que fue produciendo una transformación lenta pero constante en la subjetivas de
los humanos, esto lleva a enunciar la pregunta eje que desarrollare a
continuación, ¿El mercantilismo es lo que produjo nuestra noción y
representación del deseo? Para darle un orden a esto lo dividiré en 3 aspectos,
en primer lugar la representación de lo que es un intercambio comercial y sus
efectos en el deseo, en segundo lugar la representación de lo que hace deseable
a un objeto en el comercio y sus efectos en el deseo y en tercer lugar el
concepto de valor dentro del intercambio comercial y sus efectos en el deseo.
Iniciemos
entonces con las reglas del intercambio comercial, estas son simples como lo
mencione con anterioridad obedecen a reglas de carencia y excedente, un sujeto
tiene un excedente de algo que otro carece y ese algo que el otro tiene es
deseado, es decir tiene un valor de deseo, el deseo es la clave para
posibilitar el intercambio comercial, esto construye ciertas reglas a la hora
de representar el deseo, un deseo que funciona entonces a partir de la lógica
de la falta, es la falta en el sujeto lo que posibilita el deseo, una lógica
que determinara la forma de pensar al deseo en adelante, una dinámica que el
mercantilismo define en dos procesos, el primero en donde el sujeto percibe que
el otro tiene algo que le falta y que desea, en segundo lugar que para acceder
a eso que desea debe perder algo, en este caso dinero, al insertar la dinámica
del deseo en las relaciones comerciales el mercantilismo no solo define lo que
será el capitalismo en el futuro además produce una nueva forma de pensar al
deseo, la triada falta, deseo, perdida será reproducida por infinidad de
discursos y aun en la actualidad sigue siendo la forma más recurrente de
definir al sujeto de deseo.
Los
siguientes postulados del mercantilismo profundizan en esta representación del
deseo, no se queda en una mera definición del funcionamiento del deseo sino
apelan a definir qué es lo que posibilita que algo sea deseable, aquí
desarrollan 4 conceptos claves, los objetos son deseables porque cumplen con 4
funciones que si bien no se excluyen entre si tampoco son necesariamente
incluyentes, puede presentarse alguna aislada y de hecho es muy frecuente que
ocurra, estas 4 funciones son la necesidad, la utilidad, placer y la rareza,
estas 4 características de los objetos es lo que permiten que sean susceptibles
de venta, es decir que son lo que permite que se establezca esta dinámica del
deseo de la falta y la perdida, esto más adelante será ampliado ya no solo a
los objetos sino a los servicios que los sujetos pueden brindar a otros, esto
lleva a concluir que los sujetos están dispuestos a consumir en primer lugar
por aspectos de necesidades básicas, alimento, servicios básicos, ropa,
vivienda, en un segundo eje están los objetos que son útiles en tanto cumplen
una funcionalidad en la vida del sujeto, dentro de la utilidad de los objetos
que producen deseo pronto se advierte que no existe una diferencia marcada
entre los que son útiles porque producen comodidad, porque satisfacen
necesidades o porque son objetos de adorno, viendo en ello una oportunidad de
potencializar y de reestructurar la percepción de lo útil dentro de las
sociedades, el tercer eje es el del placer que consiste en el grado de
satisfacción que el sujeto obtiene de determinados objetos o servicios que desea,
lo cual da lugar a una estructura de evaluación de los grados de placer que
determinados objetos o servicios producen en nuestra sociedad y empezar a crear
nuevos placeres más ligados a los objetos y los servicios que en las
experiencias de vida, y la última categoría representa aquellos objetos o
servicios que son deseables porque son raros o atípicos, construyen su
dimensión de deseo a partir de su poco acceso, de su poca circulación en el
mercado de intercambio.
Podríamos
con estas categorías solo ver una genealogía de lo que hoy nombramos como
marketing y del hiper consumismo moderno pero en un análisis más profundo se
puede ver como esto tiene efectos específicos en la dimensión del deseo humano,
es fácil ubicar la relación de estos postulados discursivos del mercantilismo
en nuestra forma de posicionarnos ante las mercancías y los servicios pero
¿realmente no han tenido efecto en nuestras formas de amar, en nuestra forma de
representar el sexo y nuestros vínculos? En el nivel de la necesidad es claro
que hay una necesidad afectiva y sexual en nosotros como humanos pero si se
observa con detenimiento se verá como la mayoría de sujetos su estructura de
deseo para con los otros y sus vínculos parten de las siguientes 3 premisas,
utilidad, placer y rareza, una de las características del mercantilismo es que
borra al sujeto para centrarse en el bien que posee y es deseable, el sujeto
portador no importa, lo que importa es lo que posee, vemos así como la
transformación económica tuvo efectos en la dimensión subjetiva y como en el
mismo proceso de desear el sujeto deja del lado al ser del otro para
preguntarse, ¿Qué utilidad me traerá vincularme con él o ella? ¿Qué cantidad de
placer me proporcionara el vínculo con ese otro? La rareza se ha modificado
para darle lugar al lujo al concepto de lo exclusivo vemos así como otra de las
formas de interrogarse en torno al deseo del sujeto moderno pasa por el nivel
de exclusividad que ese objeto de deseo puede producir, se enlaza directamente
con la dimensión del placer generando una ecuación en donde a mayor
exclusividad del objeto de deseo mayor placer produce. Placer, rareza,
utilidad, valores que se masifican y se construyen como parte estructural del
deseo mismo en occidente.
Por
ultimo encontramos la característica que ancla todo el marco ideológico del
mercantilismo, la teoría del valor, para consolidar intercambios sostenibles no
es suficiente con determinar cómo se producen y como determinar los bienes y
servicios como objetos de deseo, hay que dotarle de un valor a estos, un costo,
un precio, en términos de deseo seria comprender y controlar aquello que el
sujeto pierde para acceder a su deseo, aquí es donde el mercantilismo comprende
que fuera de los objetos de necesidad o incluso en ellos, la clave está en
aquello que denominan como la capacidad estimativa en los sujetos, las cosas no
tienen valor por si mismas es el sujeto y la sociedad quien las dota de un
valor, construye signos y representaciones, respecto a ellas.
Para
darle una estructura a esto producen una serie de argumentos, en primer lugar
para determinar el valor de algo este objeto debe tener previamente un valor en
la sociedad, una cotización, como decía anteriormente no es un valor que el objeto
posea por sí mismo, es un valor imbuido, en segundo lugar el objeto es valioso
porque puede ser intercambiado, la posibilidad de intercambio dota a las cosas
o servicios de un valor extra, esto lo logra por medio de dos vías, convierte
en cosas útiles que sin el intercambio seria inútiles, pensemos en un diamante,
fuera del intercambio es solo una cosa brillante, solo se necesita que alguien
desee poseer uno para que el comercio lo dote de un valor que carecía y
construye una utilidad imaginaria que es la del adorno y nuevas formas de
obtener placer como es el lujo, la ostentación. La segunda vía es construyendo
códigos de representación apreciativos, produciendo nuevos criterios estéticos,
formas de percibir y representar la belleza, estos determinan aquellas cosas
que son bellas y susceptibles de ser comerciadas y las feas que son desechables
y carecen de valor, aunado a esto el valor esta producido en función del costo
de la cosa misma pero no el costo del consumidor sino el costo de producción de
la cosa, transportación, proceso de producción, se unen así valor apreciativo y
costo de producción para definir lo que será el modelo de estructuración de
precios en occidente a partir del siglo XVII.
Esto
da forma definitiva a la construcción del sujeto de deseo en occidente,
construye personas que valoraran bienes que sean reconocidos socialmente, que
sean deseados por muchos, volviendo el deseo un deseo de otro, un deseo de
masas y estableciendo una relación de consumo para con su deseo en donde el
factor costo beneficio será el factor clave para determinar si algo es deseable
o indeseable sumado a un creciente atravesamiento del factor estético y de la
imagen como aspecto clave para situar el deseo.
Es
claro como nuestra forma de desear es producto de una larga evolución de 3
siglos de transformaciones del capitalismo pero que se puede situar al
mercantilismo como punto de inflexión en la construcción del sujeto de deseo,
el mercantilismo produce una ruptura que no es solo de orden económico o
subjetivo, sino también con la dimensión metafísica, vuelve el deseo algo
tangible, algo físico, medible, cuantificable, observable y modificable,
construye las reglas de las formas adecuadas de desear, a su vez designo el
futuro de las relaciones humanas, no es casualidad que el siguiente paso fuera la
biopolitica y que se fuera en el cuerpo en donde se situara las medidas de
modificación del deseo, no es casualidad que fueran los objetos o servicios en
su relación con el cuerpo lo que sería designado como deseo en la posteridad
como característica esencial en los entes biopolitizados, esto es producto de
varios siglos de perfeccionamiento discursivo, de procesos sociales e
históricos que han dado estructura a nuestra sociedad moderna, la pregunta que
domina la actualidad es ¿QUE DESEAS? Hay una constante exigencia a las personas
para que definan que desean, ahí radica la trampa biopolitica ya que esta
pregunta solo puede ser respondida y escuchada
en términos de consumo, si no es formulada bajo este código no es audible
ni tiene eco en los otros. La verdadera pregunta esencial para producir sujetos
y no alienados biopolitizados no es ¿QUE DESEO? Sino ¿PORQUE DESEO DE LA FORMA
EN QUE DESEO? La pregunta clave no pasa por definir uno o cientos de objetos de
deseo, sino por cuestionarnos y reflexionar sobre nuestra forma de desear,
sobre la forma en que opera nuestro deseo y si esa forma de desear nos acerca a
una vida satisfactoria o a un circulo de repetición infinito de frustración e
insatisfacción.
Eduardo
Contreras Merino.
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