viernes, 27 de octubre de 2017

La sexualidad como ejercicio de libertad.

La sexualidad  es uno de los aspectos que  se ha buscado de forma recurrente controlar por las formas de ejercicio de poder, el sexo es un tema complejo, que causa conflictos en muchas capas de la sociedad, que genera polémicas, miedos, incertidumbres, el placer algo intrínseco al sujeto tendría que ser visto como algo cotidiano, cercano, en vez de esto ha pasado a formar parte de discursos de saber poder, de aquello que Foucault, defino como la Scientia Sexualis y que consiste en pasar de volver al sexo como una forma de placer, una praxis a una forma discursiva,  el sexo como un objeto de saber que hay que desmitificar, comprender, desmenuzar en cada una de sus partes para controlarlo.

A lo largo de la historia han existido diversos discursos que buscan delimitar lo que es el sexo, sus alcances, su significado, ya desde los griegos estaba la inquietud por saber acerca de las afrodisias, es decir, sobre el placer, sus implicaciones en la construcción de un sujeto ético, Aristóteles hablaba de los puntos medios, para el griego el dominio de si era fundamental para conseguir la libertad, para afirmarse como sujeto libre, alguien que es dominado por las afrodisias jamás podrá convertirse en un sujeto de respeto, en un sujeto que pueda llamarse libre, la libertad pasa por el dominio de sí, para los griegos la clave del dominio del placer radica en cumplir algunos requisitos, saber cuándo es el momento adecuado para dejarse llevar por el placer y que momentos son inadecuados, esto en función de la pertinencia, esto se traduce en un saber decir que no al placer.

En  segundo lugar que su acto de placer sea ético, es decir se pueda representar como algo bello y bueno, el abuso sexual,  la coacción son vistas de forma negativa por la ética, un punto que plantea diversos cuestionamientos ya que en los griegos existe la esclavitud y la mujer no es un sujeto, por ende no se podría hablar en muchos casos de un consentimiento mutuo,  se puede hablar de que se referían a las relaciones homosexuales o al amor por los muchachos, es decir al placer entre hombres, algo muy común en la Grecia clásica.

Esto es  muy importante ya que cuando hablamos de la reflexión sobre el placer en los griegos hablamos fundamentalmente del placer masculino, el goce femenino se encuentra cancelado por completo de la reflexión, si la mujer obtiene placer o no de los encuentros sexuales es algo que importa muy poco a la sociedad falocentrica griega. Al ser una sexualidad masculina,  se pone énfasis en la dualidad pasividad-actividad, que se traduce en penetrar o ser penetrado, poseer o ser poseído por el otro, aquí se inserta también una dimensión de poder, el sexo pasa a ser una forma de demostrar poder, si un hombre de cierta clase penetra a otro de menor clase es visto como una buena señal, algo adecuado, si es la inversa se ubica como algo anti natura, es decir, las formas que adquiere el placer en la Grecia clásica están en relación al poder, lo natural es que el poderoso posea al débil, hay muy poca reflexión o prescripción sobre las prácticas sexuales perse, en la subjetivad griega las prácticas sexuales son poco relevantes, lo importante es seguir conservando la dimensión del poder, el placer se centra así en la dominación del otro, en la posesión del otro.

Otro de los discursos sobre el sexo que perduro y que sigue perdurando hasta la fecha tiene que ver con la moralidad, con la creación del cristianismo, la forma de representarse al sexo cambia de forma importante, se retoman algunos aspectos de la cultura grecolatina pero se añade el aspecto moral, el sexo pasa así a ser algo vergonzoso, algo que debe realizarse con la finalidad de la perpetuación de la especie pero la dimensión del placer queda borrada, se comienza a representar el erotismo como la encarnacion del pecado y la figura de la mujer pasa a ser condenada, se representa el cuerpo femenino como el principal agente de tentación e incitación al pecado, la mujer se percibe como dadora de vida, pero a su vez como un objeto de peligro constante que puede llevar a pecar a los hombres, por esto se instauran diversas formas de controlar el placer y la sexualidad femenina,  construyendo la institución del matrimonio como la forma legítima de ejercicio de la sexualidad , la mujer desde esta perspectiva se debe al esposo, guarda su cuerpo, su virginidad para aquel que será su marido, se instaura así la figura del “debitum”, el debitum consiste en ese acuerdo moral en torno al cuerpo del otro, el cuerpo del esposo pasa a ser de su esposa, el cuerpo de su esposa pasa a ser del esposo, una obligación conyugal que tiene como finalidad la procreación, se concibe así al sexo como una penosa necesidad pero que si se lleva a cabo en el marco matrimonial no se instaura como pecado, el objetivo de la sexualidad es entonces una forma de aliviar la tensión,  una forma de descarga del deseo pero sin que exista concupiscencia, es decir el problema del sexo para estas formas discursivas, radica en el erotismo.

Al ser el erotismo el principal enemigo a vencer bajo estas prácticas discursivas de ejercicio de poder, las prácticas sexuales pasan a ser objeto de análisis y de discusión, aparecen así un régimen de permisiones y prohibiciones, determinadas prácticas son permitidas y otras prohibidas, aparece así la construcción moral en todo su esplendor, se definen lo bueno y lo malo en base a los discursos religiosos que rigen la subjetividad de las comunidades, esto construye a su vez dos distintos tipos de sujetos, los buenos y los malos, los hombres infames, los depravados, los lascivos, los sodomitas, comienza la persecución de todos aquellos que presentan determinado tipo de prácticas sexuales cuya finalidad no es la procreación, es por esto que la figura del sodomita es tan perseguida, se considera uno de los pecados mas graves el desperdiciar el semen en una práctica como el sexo anal que no genera ningún tipo de procreación, la vida sexual pasa  entonces a ser de dominio privado, se articula poco a poco una doble moral, el sujeto del interior y de lo exterior, de vicios privados y de virtudes públicas, pero también aparece otra forma que derivara en una técnica de ejercicio de poder muy influyente durante mucho tiempo de la historia, el poder pastoral.

Esta forma es la confesión, los representantes de la moralidad comúnmente eran los sacerdotes católicos los cuales ubican la importancia de saber aquello que el sujeto oculta,  animan constantemente a los sujetos a confesarse continuamente y uno de los puntos clave a confesar es sobre su placer, sobre su sexualidad, así se obliga al sujeto a hablar sobre el sexo, a avergonzarse de sus placeres, el sacerdote pasa a ser así un mecanismo de recepción del saber pero a su vez un dirigente de conciencia,  la absolución del pecado del deseo pasa por la posibilidad de hablarlo, se genera así este lugar de saber poder, un poder que se ejerce a conveniencia de los intereses de determinadas clases u objetivos económicos o de dominación.

Con el desgaste del poder pastoral y de la moral cristiana aunado al surgimiento de las ciencias, el positivismo y demás transformaciones epistemológicas, el discurso del sexo pasa a construirse a partir de las ciencias, los juicios dejan de enunciarse a partir de lo bueno o lo malo del sexo o del placer, para pasar a lo normal y lo patológico, la psiquiatría juega aquí un papel clave como mecanismo de control, se construyen los grandes hospitales, espacios de encierro destinados para aquellos enfermos, surgen entonces otro nuevo tipo de sujetos, las histéricas, los erotómanos, los homosexuales, las ninfómanas, comienza una clasificación sistemática de los distintos tipos de enfermedades sexuales, enfermedades que no tienen que ver con las enfermedades de transmisión sexual sino con enfermedades mentales.

La moralización es disfrazada así de discurso científico, se encuentran cantidad de casos en los psiquiátricos de mujeres ingresadas por tener un temperamento sexual grande, por ser la vergüenza de la familia al no poder casarse, los familiares depravados que son excluidos y encerrados, se pasa así de considerarse al erotismo y  al deseo de determinadas prácticas sexuales como manifestaciones moralmente inadecuadas, a considerarse desviaciones mentales, surge así el sujeto enfermo mental, alguien que debe ser rehabilitado, reeducado para su posterior reingreso a la sociedad y en caso de no tener éxito, encerrado por su incapacidad de adaptarse a la normalidad, el psiquiatra actúa  como un heredero del poder pastoral, la legitimidad del sacerdote estaba fundada en ser un representante e interpretador de la palabra de dios, la legitimidad del psiquiatra pasa por el discurso positivista, la enunciación de Nietzche de dios ha muerto en  realidad es un cambio de paradigma subjetivo en torno a la percepción de la verdad, ya en la genealogía de la moral Nietzche advierte de los peligros del pensamiento científico y de cómo pasara a ser el heredero de la verdad religiosa, la cientificidad pasa a ser así una nueva forma de sacralización y de dogma, la palabra del psiquiatra se enuncia y se escucha como una verdad universal, opera a partir del lugar de enunciación, esto es clave para analizar los lugares de saber, el lugar de enunciación determina la veracidad o falsedad de un discurso, la figura del psiquiatra se sostiene desde ahí, convenientemente consolidándose así lo que Foucalt denominara como el biopoder.

Este biopoder tendrá procesos de evolución cada vez más específicos, la psiquiatra en su afán de legitimidad buscara despegarse en apariencia de la moral, el psicoanálisis y la figura de Freud serán claves para esta evolución, Freud da voz a las histéricas, ubica en ellas un discurso de sufrimiento, de insatisfacción, pone sobre la mesa los mecanismos represivos sobre la sexualidad, los evidencia, a diferencia de la psiquiatría que niega la voz a la histérica para convertirla en una simuladora o una anormal, Freud ve ahí un sujeto doliente, un sujeto reprimido en su deseo, aplastado por los diversos mecanismos de saber poder que le dictan cómo ser mujer, que borran su placer, que culpabilizan a su cuerpo, el cuerpo de la histérica está cargado de deseos contenidos, de palabras atravesadas que pugnan por emerger, sus síntomas se vuelven así una queja contra el sistema, contra su sociedad, contra las formas de ser mujer en su tiempo.

Al darles voz a las histéricas Freud retoma la importancia de la reflexión sobre el placer, pero quitándolo de una perspectiva moralista, definiéndola como una parte intrínseca al sujeto, colocando así a la sexualidad como un tema eje, un tema que se desplaza y contamina otros aspectos de la vida del sujeto volviéndolo incapacitado para gozar, para amar. Esto permite un nuevo paradigma con referencia al sexo, a la sexualidad femenina, aunque incompleta, ya que tampoco Freud logra superar la perspectiva del sexo como poder, no logra eludir la reproducción de este viejo esquema de la actividad pasividad, ligando lo activo a lo masculino y lo pasivo a lo femenino, pero su gran aportación radica en la posibilidad de poner el tema en discusión, en centrar las bases de una evolución de la importancia de pensar el placer, de la importancia que el placer tiene en la conformación psíquica del sujeto y sus impactos en su vida cotidiana, esto dio lugar a un sinnúmero de transformaciones sociales, a darle mayor posibilidad de recuperar su cuerpo y su goce a la mujer, de darle posibilidad de ejercer su deseo, con la invención de las pastillas anticonceptivas se logra una separación clara entre la reproducción y el placer, se puede ver al sexo ya como una forma de placer que no está intrínsecamente ligada a la procreación, o cuyo sentido ultimo no es forzosamente la reproducción,

La siguiente evolución discursiva influida notablemente por el psicoanálisis fue la creación de la sexología, una respuesta al psicoanálisis por parte del positivismo, la sexología se coloca como la disciplina científica encargada de estudiar al sexo, de analizarlo, de descubrir la verdad sobre el sexo. Al estar basada en el pensamiento positivista la sexología busca un lugar de saber distinto al del psicoanálisis, se construye desde las bases biológicas del placer, desmenuza el cuerpo humano, busca encontrar las partes del cuerpo que proporcionan placer, que sustancias segregan, como opera biológicamente el placer, todo esto con la finalidad de instaurar una verdad sobre el sexo, aquí los juicios ya no se enuncian desde lo bueno o malo o lo sano y enfermo, sino en construir formas correctas de proporcionar placer, construir manuales y técnicas infalibles que permitan al sujeto tener una vida sexual satisfactoria y poder clasificar las practicas acorde a las preferencias sexuales, emergen así las practicas heterosexuales, prácticas homosexuales.

Se instaura así como una disciplina orientada a la técnica, a definir al sexo como una técnica, como un conjunto de pasos a seguir para la obtención del placer, deja de lado el deseo, la elección, la libertad del sujeto, reproduce así los valores de la sociedad moderna, una sociedad de la técnica, despersonalizada, que busca satisfacciones inmediatas, apela a la mayor satisfacción en el menor tiempo, al igual que la lógica de la productividad, su legitimidad de nuevo esta basada en su cientificidad, y de nuevo se coloca como un poder que dirige, que marca las vías en las cuales el sujeto debe producirse placer.

Todo este recorrido histórico tiene como finalidad el mostrar como el sexo siempre se ha buscado controlar, dirigir, ¿Por qué tanto interés en el sexo? ¿Por qué tanto miedo al sexo por parte de los grupos que ejercen poder? La respuesta a esto es simple, porque como dice el titulo del escrito la sexualidad es una forma de ejercicio de libertad.

La sexualidad es una de las vías en las cuales el sujeto puede crear, elegir, hacerse dueño de su placer, la sexualidad al estar en relación al deseo también esta en relación a la verdad y la mentira, al asumir y aceptar el sujeto su verdad conforme a su deseo sexual se coloca como un creador, un creador de una forma de vivir, construye así una ética de su deseo, una autorregulación de lo que se permite y no se permite para obtener lo que desea, la sexualidad se vuelve así una potencia de cambio, de rebeldía, de resistencia.

Estos discursos buscan dirigir y controlar las manifestaciones sexuales porque en la medida de que el sujeto se hace dueño de su cuerpo, de sus placer, esto se transmite a otros aspectos de su vida tal como el psicoanálisis ha demostrado, en la medida que se acepta a sí mismo y lucha por su deseo se genera una inercia que se manifiesta en todos los aspectos de su vida, el sexo pasa así a ser un ejercicio de libertad.

Es importante por ende no dejarse atravesar por este tipo de discursos, ubicar que la sexualidad en tanto forma de ejercicio de libertad y de creación se vuelve personal, cada sujeto es distinto, por ende no pueden existir formas masivas de obtener el placer, tampoco existen formas buenas o malas de placer, ni formas sanas o enfermas, ni adecuadas e inadecuadas, solo existen formas personales y consecuencias de nuestras elecciones sexuales. Aprender a desmarcarse de estos discursos permite la posibilidad de hacerse dueño de uno mismo, no a la manera griega, como una forma de obtener dominio sobre el otro, no ver el sexo como poder, como control, aprender a ver el sexo como un encuentro, como una posibilidad de manifestar el ser a partir de la construcción de formas de placer, en la medida que logremos una forma ética de la sexualidad podemos ser más libres, con las implicaciones que eso tiene.

Eduardo Contreras Merino. Psicoanalista.
Contacto al teléfono 5523275307.
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