jueves, 14 de marzo de 2019

La figura del “experto” como agente del biopoder.


Es muy común encontrarnos en la actualidad en cualquier programa de televisión, de radio, en periódicos, debates que giran en torno a  ¿Cómo evitar el alcoholismo? ¿Qué hacer si mi hijo(a) es homosexual? ¿Cómo mejorar la vida sexual? En donde psiquiatras, psicólogos, médicos  enuncian una serie de discursos sobre estos temas y “discuten” sobre ellos. La intención de este texto es mostrar cómo esta figura del “experto” es un perfeccionamiento de una serio de estrategias de biopoder que encarna aquello que Michel Foucault denominaba como las relaciones de Saber-Poder.

Con la producción de la sociedad disciplinaria las ciencias humanas dejaron de ser aquellas áreas de la filosofía que buscaban generar una determinada relación de espiritualidad en aquellos que se aventuraban a profundizar en su estudio, para pasar a ser una forma de construir subjetividades, las ciencias humanas pasan a ser el mecanismo por medio del cual el poder se transforma del poder del soberano, un poder monárquico basado en la fuerza a pasar a ser un poder basado en el control y en el conocimiento de los sujetos, se vuelve un poder que busca ya no construir relaciones de vasallaje  sino producir determinadas formas de pensar y de comportarse en la población.

Las ciencias humanas son las que brindan la posibilidad de creación de técnicas de poder, vemos así como la pedagogía, la medicina, la sociología, la economía, se dedican al estudio del sujeto para poder desarrollar estas estrategias y construyendo espacios e instituciones destinadas a la reproducción de estos discursos de saber, tales como la escuela, el hospital, los psiquiátricos, la prisión, espacios de exclusión pero también de producción de saber sobre aquellos que se vigila y castiga.

Mientras que el siglo XVIII y XIX f estuvieron plenamente dedicados a la vigilancia y el castigo, el siglo XX se vuelve el espacio de la aplicación masiva de todo ese saber acumulado, principalmente a partir de la segunda mitad del siglo XX con el auge de la tecnología, la ciencia se coloca como bien enunciaba Nietzche como el nuevo dios y su discurso como la nueva palabra divina.

De todas estas disciplinas de lo humano la medicina es la que se instaurara como el discurso dominante en relación a lo humano, mientras que antes solo se conformaba con desarrollar procedimientos para arreglar nuestros cuerpos defectuosos como se arreglan las maquinas, poco a poco se comienza a apropiar de otras áreas de lo humano, comienza a convertir nuestros placeres culinarios en ingestas calóricas, en convertir nuestras fiestas y el estado de embriaguez en grados de alcoholismo y comienza a insertarse en un dominio de saber de lo que es más puramente humano, espiritual, personal, nuestras emociones.

La medicina moderna toma como desafío el buscar comprender las emociones humanas y generar un discurso de saber, un régimen dietético y medico con respecto a ellas, comienza así la era de la medicalización de la vida humana, una episteme positivista de lo que es ser humano, de que es el amor, el deseo, el odio, la culpa. Esta ciencia de lo humano empezara a construirse desde varios ejes.

1. La construcción de un nuevo sistema de representación de lo humano. Esta nueva forma de representar lo humano opera a partir de construir una forma de nombrar todo lo humano, de construir un nuevo discurso en el cual el sujeto se reconozca y se identifique, vemos como las palabras antiguas empiezan a dejar de tener sentido, la tristeza pasa a ser depresión, el amor pasa a ser química, el deseo a ser impulsos neurológicos y hormonales, lo espiritual es borrado en esta nueva lingüística de lo humano para dar paso únicamente a una visión del cuerpo-maquina.

2. El establecimiento de una taxonomía de lo humano. Estas nuevas formas de representar al sujeto son agrupadas taxonómicamente, se habla de las áreas de las emociones, de las percepciones, de los deseos, de los afectos, de los impulsos, las pasiones, ya la psiquiatría del siglo XVIII y XIX había dado algunos pasos en ello colocando el criterio de lo normal y lo patológico pero aquí hablamos de un sistema taxonómico de mayor profundidad, se busca abarcar y clasificar todos aquellos ámbitos de la dimensión humana, darles un lugar dentro de una estructura discursiva evitando así la posibilidad de deslizamientos de sentido, de equívocos, un sistema en donde se producen niveles de interrelación entre las distintas categorías, la depresión está ligada a la impulsividad y esta a su vez al deseo, el amor está ligado a la química y esta a su vez a lo hormonal, la pasión a la percepción y esta a su vez a los pensamientos y a los celos, nada escapa de tener un lugar, de estar perfectamente ordenado y clasificado.

3. La construcción de espacios de construcción y perfeccionamiento de este saber. El siguiente paso que ha seguido la construcción de estos dominios de saber es desarrollar espacios para la proliferación de estos discursos, ya no serán exclusivamente espacios de exclusión como en el siglo VIII y XIX, aquí la figura del a universidad toma un papel predominante como principal espacio de legitimación y producción de saber, las universidades se vuelven el espacio en donde se divulgaran estos discursos apelando a su masificación y legitimación epistemológica.

4. La implementación de la rehabilitación. Una vez que se ha construido el sistema de representación, el sistema taxonómico, se inicia el proceso de rehabilitación de los sujetos, se construyen las terapias que consisten en procedimientos basados en la estructura de lo sano y lo patológico, técnicas específicas que buscan llevar al sujeto a una normalización, a hacer que ame como SE debe, desee como SE debe, piense como SE debe, que tenga una adecuada regulación bioquímica, en esencia que encaje perfectamente en lo que el nuevo sistema de representación de lo humando define como lo saludable.

La figura del experto surge aquí como factor clave para la masificación de este dominio de saber, se vuelve el agente de divulgación y de reproducción de estas prácticas discursivas, aquí surge una pregunta relevante, ¿Qué legitima a un “experto”? ¿Qué es lo que le permite ser un “experto? Se podría hablar de 3 elementos que son los que le brindan esta legitimidad.

A) Lo académico. El “experto” debe cubrir un conjunto de credenciales académicas que le permitan legitimarse en ese lugar, vemos frecuentemente como lo presentan en programas como el dr en psicología, el dr en psiquiatría, el neurólogo, como mencione con anterioridad las instituciones académicas sirven como garante de la legitimidad,  el “experto” ha pasado por toda una serie de filtros académicos que le han hecho merecedor de un reconocimiento de una institución académica que avale su discurso y le otorga un lugar de ejercicio de poder.

B) El dominio del lenguaje técnico. El “experto” no solo debe tener la legitimación institucional, también debe dominar ese sistema discursivo de representación de lo humano, vemos así como en los programas se la pasa hablando de la depresión, de la química, de las neuronas, de los deseos, enunciados bajo este marco lingüístico positivista, nombra estudios, estadísticas, reproduce al pie de la letra el dominio de saber en el cual fue educado y adiestrado.

C) El dominio de una terapéutica. Otra de las condiciones es que el “experto” debe tener un dominio de la terapéutica, debe tener perfectamente integrados los criterios sobre lo sano y lo patológico aunque esto no es suficiente, para ser “experto” no basta con poder nombrar lo que está bien o mal, tiene que poder transmitir una terapéutica, una alternativa de curación, de rehabilitación.

Vemos así como la figura del “experto” se vuelve un mecanismo de difusión y masificación de un dominio de saber-poder,  que cubre 3 funcionalidades, por un lado masifica  y divulga ese nuevo sistema de representación de lo humano, difunde el nuevo sistema taxonómico de la experiencia humana y por ultimo ofrece una  respuesta de curación basada en su estructura de lo sano y lo patológico.

Los medios de comunicación masiva juegan como en muchos aspectos relacionados al poder un papel clave, vemos revistas como Quo que lanza artículos como “La química de la pasión”,  “El amor es una sustancia que reduce el stress” vemos estudios en donde se nos habla que el amor dura entre 18 y 30 meses, aquí sería importante preguntarse ¿Qué fines persiguen con la difusión de este dominio de saber? La respuesta es simple, producir sujetos-maquina, sujetos dóciles y obedientes.

Lo que caracteriza a este medicalización de lo humano consiste en extinguir la pasión y el espíritu de los cuerpos, nos priva de ser sujetos  vivientes para convertirnos en sujetos pacientes, en un doble sentido del término, aprender a sufrir y soportar pasivamente una existencia banal, miserable, vacía de pasión y al mismo tiempo volvernos dependientes de figuras de saber que nos dictan formas adecuadas de vivir, y nos prometen una vida saludable a cambio de renunciar a sentir y a elegir. En latin “Patior” significa sufrir pero también se puede deslizar a designar la pasión,  si la pasión designa una postura activa del sujeto para con su propia vida, el ser paciente designa lo opuesto, una postura pasiva, y es justamente esta postura activa la que se busca extinguir en las personas en función de su bienestar, de su salud.

En la actualidad encontramos como hay un desconocimiento sistemático de las personas sobre sí mismas, un desconocimiento que es cubierto por la figura del “experto” el cual  construye una pedagogía que enseña a las personas a cómo usarse a sí mismos, a reducirnos a ser solo aquello que el poder nombra, a convertirnos en aquello por medio de lo que el poder nos sujeta,  un cuerpo sin alma, sin pasión. Cada sentimiento, cada placer, cada emoción, debe pasar por la mesa de disección del “experto” el cual decidirá y nos dirá que es lo que es verdadero y saludable en nuestra experiencia, nos dirá que hay de verdad en nuestros amores, en nuestras pasiones, en nuestros deseos,  llevándonos poco a poco a que construyamos una dialéctica de pensamiento en donde lo pasional se ligue a lo patológico, volviéndonos unos pacientes eternos y condenados a ser un cuerpo vacío de espíritu, unos autómatas.

La importancia de reconocer y evidenciar esto es crucial, en la medida de que estos discursos dejen de ser legitimados pero sobre todo escuchados y reproducidos se producirá una posibilidad de resistencia al este biopoder,  dejaría las siguientes preguntas que me parecen clave como forma de resistencia ante este bombardeo sistemático de saber, ¿Por qué un “experto” sabría más que yo sobre lo que siento? ¿Por qué un “experto  sabría más que yo sobre lo que deseo? ¿Por qué sabría el  “experto mejor que yo quién soy? Si hacemos el ejercicio de preguntarnos esto la respuesta seria obvia, NO LO SABE, esto nos traería de regreso a nosotros mismos, a darnos cuenta que solo nosotros podemos responder nuestras dudas sobre nuestros sentimientos, sobre nuestros deseos, nuestras emociones, darle el poder a alguien más sobre esto nos condena a ser pacientes eternos.

Eduardo Contreras Merino.






2.     

No hay comentarios: